LOS LIBROS, MATERIAL VITAL E IMPRESCINDIBLE

Abogado que no lee, camina ciego

Por: Dr. Oswaldo Paz y Miño J.
[email protected]

E STA SEMANA TRATAREMOS sobre un tema de permanente preocupación entre los docentes universitarios, catedráticos de derecho y de todas las ramas, uno que es materia de comentario en los más variopintos lugares y circunstancias: en las salas de profesores mientras apuramos un café, en los corredores en los despachos de los decanos, en las librerías, en los juzgados, entre audiencia y audiencia, en los intermedios de eventos académicos, en las aulas mismas y en otras estancias, coloquio de por medio, muchos convenimos que, salvando excepciones, que claro existen, los chicos no leen, los alumnos no leen o lo hacen muy poco.

No tienen el hábito de la lectura, no lo adquirieron, llegaron con ese vacío desde los colegios, distanciados de los libros. Lo que se refleja, en que no acuden por iniciativa propia a los tratados de derecho y las recopilaciones jurisprudenciales, que por la profesión que aprenden han de interesarse, sino a la literatura en general, a periódicos y más medios impresos.

Un problema que no se puede pasar por alto

Nos compete a los profesores universitarios y no debemos mirar con indolencia una realidad sencilla de comprobar; los muestreos que realizamos en las aulas, preguntándoles, a ellos, a los chicos, sobre el día a día nacional e internacional, sobre temas de cultura general, sobre asuntos, que asumimos deben ser de conocimiento de los alumnos desde su etapa colegial, son suficientes pruebas para no entrar en visualizaciones más profundas de grandes lagunas en el conocimiento y el poco interés de adquirir información.

Recordarán quienes revisan esta página y fueron discípulos del Maestro Guillermo Bossano, que el primer ejercicio, que él hacía, en la primera hora de clase, al inicio de cada año, era el de repartir un papelito en blanco a todos los alumnos, para que en el contestásemos a una pregunta, que a muchos ponía en serios compromisos de decir la verdad o de escribirla, de tal modo deformada que el Maestro no se llevará una mala impresión, más allá, de que anticipado estaba, que no había que poner nombre y apellido en el retazo de hoja, que se nos había repartido. La pregunta dictada con toda solemnidad era.»¿Cuántos libros lee usted por año?». Sabio como era, Bossano y lleno de lecturas, de esta forma, ponía la pica en Flandes, provocaba, tocaba en el amor propio de los futuros abogados, hincaba en los minutos, horas y días perdidos, en menesteres distantes de la lectura, que podían haber sido utilizados para la necesaria nutrición cerebral. Lamentaciones del Profesor de Derecho Sucesorio: ¡Cinco! ¡Dos!, ¿cómo era posible, y van para abogados…?, ¡Veinte!, cambiaba su rostro, se volvía menos triste, tal número denotaba cierto interés del confesante por la lectura, superaba el promedio de uno y algo por mes, tenía visos de aceptable.

La anécdota, sirva para rendir homenaje a uno que predicaba con el ejemplo y claro, que con tal conductor había que leer de Derecho Sucesorio y otros temas para poder aprobar el curso, sabiendo.

Encontrar los métodos para motivar a los estudiantes

Lector impenitente ha de ser todo abogado, la profesión lo demanda, los libros, sus más importantes colegas, sus principales apoyos, sus amigos confiables. Abogado que no lee, camina ciego, más temprano que tarde tropezará al menos. Por ello, quienes tenemos que ver con la formación de los futuros profesionales del derecho, no habremos de permanecer impasibles, debemos encontrar los métodos, para lograr motivar a los estudiantes a leer, a enterarse, a relacionarse con los libros de forma amigable. Cada cual, pruebe un sistema, el menos recomendable, sí que cabe decirlo, es el de obligar, el de coaccionar, entre los más fiables están, el de leer con ellos y para ellos; el de hacerles participar en las lecturas, no todas han de ser académicas, bien se puede, alguna vez, leerles con aplicación a la materia: trozos de novelas, poemas o ensayos, todo es válido.
Doctrina por supuesto y noticias, analizarlas juntos, profesor y alumnos. Transmitirles, experiencias positivas de las lecturas, o de las negativas por falta de ellas, en el ejercicio profesional, hacer conciencia en cada futuro abogado que la profesión impone una amplísima cultura general, una forma especial de leer, con minuciosidad, sin descuidar detalles de fondo y forma. La lectura para los profesionales del derecho es materia vital, insustituible, imprescindible, incluso para aquellos que se especializan en «tramitología».

Política de las universidades

Incluso de aquellas que tienen sistemas de estudios diferentes a los clásicos, varias de las cuales, han logrado acortar el tiempo para la formación de profesionales, han de hacer aportes concretos para promover en todos sus alumnos en todas las facultades, la afición por la lectura. Resultan insólitos, bárbaros, insultantes y hasta incivilizados los criterios frecuentes, por cierto, de algunos académicos que dicen, que la lecturas están hechas para ciertas profesiones y personas que no tienen buenas relaciones con los números, lo que es otro sofisma. En lograr que la nación ecuatoriana sea lectora, estamos, todos envueltos y pruebas al canto de que sí se trabaja desde las universidades y otros espacios por tan noble causa, entre quienes desde hace algún tiempo ya mucho hacen por la lectura, por la difusión de las ideas y obras de escritores y ensayistas ecuatorianos, de poetas, filósofos y de gente de cultura, que le ha ofrecido al país sus saberes, encontramos la «Campaña Nacional Eugenio Espejo, por el libro y la lectura» y a la Universidad Alfredo Pérez Guerrero.

«La Campaña Nacional Eugenio Espejo», dirigida por Iván Egüez, sostiene un proyecto de largo aliento, que requiere de mayor apoyo del Estado y de los sectores privados. Trabajo de filigrana, de detalle, de vocación enorme, de emocionantes desafíos, es el de mudar las costumbres sociales para bien, para lograr crecimientos nacionales, para lograr más libertades, esas que viene de la mano de las lecturas, de los manuscritos, de los textos, de las palabras, tal la tarea asumida por Iván Égüez y su gente, la que claro, es noble, silenciosa y productiva, objetiva, baste llegar a las distintas colecciones que ya circulan por la comunidad, la última, un aporte grande que debuta con cinco publicaciones sobre lectores, lecturas y libros: «La Obra de Espejo, González Suárez-Espejo y la Lectura de Carlos Paladines»; «Lectores credo y confesiones», de Abdón Ubidia»; «La lectura esa íntima batalla» de Iván Égüez; «Cuarto creciente, 40 cuentistas ecuatorianos» de Guido Tamayo; y, «Alquimia de escritor». «La lectura principio y fin de la escritura» de Roberto Rubiano», como veis, las manos y ojos se nos han de llenar de libros, para saber que nadie aprende por ósmosis.

La Universidad Alfredo Pérez Guerrero, cuyo, rector es el Dr. Jorge Enríquez Páez, cumpliendo los postulados de su patrono: «Eduquemos al hombre para la libertad. Arraiguemos en su mente y en su corazón la fe en su misión y destino», acaba de publicar, para: «que el estudiante tenga formación integral», desde su Centro Cultural, dentro de su programa editorial, tres nuevos tomos de la Colección, Educación y Libertad: «De filosofía y otros ensayos, de la cultísima pluma del Dr. José Rafael Bustamante; «Desde el Evangelio a la comunidad»: la sabiduría, humanismo cristiano y compromiso social plasmado en las admirables letras, cargadas de amor al prójimo de: Monseñor Luis Alberto Luna Tobar; y, «Pensamiento crítico» del Dr. Leopoldo Benites Vinueza; Grandes temas nacionales analizados con lucidez y sobriedad.

Por lo que consta, lecturas y promotores no faltan. Ésta Revista Judicial del Diario La Hora se dedica a ello, a promover conocimientos día a día, con rigor para lo cual selecciona su editor, temas de gran contenido para quienes hemos optado por la profesión de abogados y para los que transitan hacia su título, en las aulas, en las Academias.

Contaminemos los ambientes del espíritu lector, para que el país se desarrolle. Un pueblo que no lee, es un pueblo muerto, por causa de la peor enfermedad, la ignorancia. «Pensar en intervenir en el mundo no son tareas apacibles y tranquilas, porque pensar no siempre conduce a que todo encaje, sino que, a veces empuja hacia la dislocación del mundo, pues exige someterlo todo al logos, al habla, al discurso, a la argumentación racional. Por eso Sócrates es a justo título el primer intelectual de nuestra historia». Tomado de Sócrates furioso» de Rafael del Águila, Pág.15.