ASAMBLEA CONSTITUYENTE
¿Una respuesta al vacío de legitimidad?
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Por: Dr. Marco Navas Alvear
Profesor de la PUCE
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L OS ÚLTIMOS 11 AÑOS de la historia ecuatoriana se han caracterizado por una crónica y en ocasiones intensa crisis política. Lo que ha sido excepcional en otras realidades, es decir la inestabilidad, la deficiente representación o la primacía de los intereses particulares de las elites políticas y grupos de poder sobre el interés general, son rasgos de nuestra normalidad.

Otro rasgo que resulta consecuencia de lo anterior es la profunda pérdida de confianza de la ciudadanía en todas las autoridades y el correlativo desgaste del «principio de autoridad».

Una de las instituciones que particularmente acusa esta desconfianza es el Parlamento. Si revisamos sondeos internacionales, por ejemplo los que hace la Corporación Latinobarómetro, veremos que en estos años el Congreso se ha mantenido conjuntamente con los partidos políticos en el fondo de la lista con menos de un 10% como promedio (ver sitio web: Datos de mayo 2005: www.cimaiberoamerica.com).

Como una solución, esencialmente democrática frente a esta crisis se ha propuesto la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Dentro de la doctrina constitucional, la Asamblea mediante la cual se organiza la sociedad, particularmente su sistema de poder (político) se denomina Constituyente y su mandato se deriva directamente de la voluntad popular, es decir de la ciudadanía, denominada en tal caso, poder constituido.

Ahora bien, habíamos ya señalado en un texto anterior que nuestra Constitución actual (CPE) no prevé esta figura. Sin embargo de esto, la Carta si reconoce el derecho de la ciudadanía de autodeterminarse y la atribución del Presidente de la República para convocar a Consulta Popular (mecanismo de autodeterminación) ante situaciones de trascendental importancia nacional (numeral 2 del Art. 104 CPE). En el texto constitucional sobre el tema, reconocemos existe un vacío que abre la posibilidad de varias interpretaciones.

En todo caso, la decisión del presidente Palacio de retomar la figura de la Asamblea es interesante como salida a la crisis, aunque solamente podrá servir si usando este espacio se produce un tan necesario Nuevo Pacto Social que implique un compromiso de voluntad de recomponer el país en áreas y temas concretos. ¡Lo contrario sería perder tiempo, esfuerzos y dinero!

Los actores de la tragedia

Los partidos políticos en el Ecuador no cumplen con las características de partidos en sentido estricto, es decir, instituciones que de forma democrática canalizan los intereses de los distintos grupos sociales, permiten la deliberación y los convierten en intereses generales. Los partidos aquí son en su enorme mayoría maquinarias electorales, propiedad de caudillos mediocres. No existen además, partidos que representen nacionalmente sino que su poder está localizado de forma regional.

Aun así, si existen actores privilegiados dentro de un proceso de búsqueda e implementación de soluciones a la crisis deberían ser los partidos, pero estos están alejados de la confianza y no representan la voluntad popular sino en un ínfimo porcentaje. Si acaso son votados, esto obedece a que en nuestro país el voto es obligatorio y a la cierta efectividad de las redes clientelares de estos partidos, además de porcentajes menores de militancia de algunos de ellos.
Los partidos deberían llegar a un consenso para superar la crisis pero ellos mismo son sus causantes. Al parecer, por la actitud de los bloques en el Congreso Nacional respecto de la propuesta de Palacio, todos ellos están contentos con el bloqueo y ninguno o casi ninguno hace un esfuerzo serio por tomar el anhelo popular de cambiar y los más interesados como la izquierda Democrática han intentado manejar dentro de sus reglas una transición.

Acaso se necesita obligar a los partidos a someterse a una transición amplia en donde cedan y se sometan a la voluntad popular.

¿Será posible esto ahora, si en 26 años no han sido lo que debieron ser?

La respuesta única quizá sería ir adelante con la Constituyente. Sin embargo, el proceso de cambio, de transición, de una situación crítica hacia una cierta estabilidad, debe contar también con esos partidos que ahora tenemos.

De manera que si se convoca a una Asamblea constituyente resulta importante diseñar un mecanismo mediante el cual se posibilite la participación de los partidos actuales pero conjuntamente con otro tipo (o nuevo tipo) de organizaciones políticas representativas de la ciudadanía.

No se trata de que la sociedad civil sustituye a los partidos sino de generar nuevas organizaciones políticas frente a estos partidos tradicionales que no funcionan y a la larga, si el proceso funciona que estos partidos viejos desaparezcan o se transformen. Solo si este proceso de la Constituyente lograse organizar un nuevo sistema electoral y de partidos se lograría recomponer el problema de representación.

¿ Qué Asamblea ?

Se necesita una Asamblea integrada de forma clara y transparente, con reglas que no tienda a excluir de inicio ninguna candidatura, sino que sea el votante quien decida. Se requiere de una campaña con deliberación para que se vote de forma más consciente. Se necesita que las personas éticamente mejor formadas participen con candidaturas y que los votantes puedan examinar su pasado.

Debe discutirse a la par de un texto constitucional, que recoja las cosas positivas que si tiene la actual Carta, establezca con capacidad de implementación formas concretas de reorganización del Estado y sobretodo tiempos. Hay que darle contenidos a esas generalidades de «transformar la nación» y «reestructurar el Estado».

Efectivamente, mientras se desarrolla la campaña, habría que avanzar en puntos más concretos que la Asamblea tendría que tratar, por ejemplo rescatar algunos de los temas que sobre la reforma política se han venido planteando recurrentemente como un nuevo estatuto electoral y mejores condiciones de exigencia la funcionamiento de los partidos para que sean estos democráticos y rindan cuentas, es decir que sean realmente partidos y no remedos tristes de ellos.

El problema una vez más no es de mecanismos sino de relaciones y de comportamiento de la elites, en su compromiso con el cambio o en su intención de destruir más el país. Si estamos como estamos es por el comportamiento depredador e irresponsable (por acción u omisión) de quienes han ejercido el poder en estos años.

La Asamblea Constituyente solo puede ser una respuesta al vacío de legitimidad en cuanto sea la oportunidad de que participen quienes tienen representación social y que pacten. A la par de la Asamblea o con ocasión de ella urge llegar a un nuevo Pacto Social. Si no hay pacto social en la Asamblea, por más puesta en escena teatral que se haga y nueva Constitución que en el papel se logre, aun así sea esta mejor que la anterior, no se va a solucionar el vacío del país.
> Es decir, si en la Asamblea no se firma un Pacto Social viable, puede haber Asamblea pero casa vez habrá menos país.


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