¿ HACIA DÓNDE ?
La reforma del sistema polÃtico
Por: Dr. Marco Navas Alvear
Profesor de la PUCE
El contexto: buena intención, metodologÃa incompleta
Hemos insistido desde este espacio, en numerosas ocasiones, que las instituciones polÃticas y jurÃdicas no funcionan mal porque su diseño sea deficiente. Por el contrario, por la tan reiterada práctica de cambiarlas con frecuencia, nos hemos convertido en buenos diseñadores de instituciones.
El problema está más bien en la adecuación de los actores a estas instituciones. Es decir en el comportamiento de quienes deben aplicarlas. Este asunto del comportamiento se comprende dentro de un amplio concepto de lo que se denomina la «cultura polÃtica».
Por tanto, si tenemos el mejor diseño institucional no funcionará sino tenemos compromisos de cambio. El compromiso de todos en sus distintos niveles de responsabilidad es el verdadero motor del cambio.
El gobierno lo que ha diseñado es una metodologÃa para que el pueblo se comunique con el. «Tu gobierno te escucha…» es un eslogan llamativo y apela quizá a una buena intención. Pero si lo que el pueblo envÃa es procesado por un grupo de tecnócratas en el marco de un proceso carente de la deliberación necesaria que es la verdadera esencia de la democracia, allà se halla la mayor limitación al cambio. No se tiene la seguridad de que eso que le dice el pueblo al gobierno llegue quizá a integrar la propuesta.
No sabemos tampoco como se va a reducir las posibilidades de que la verdadera y novÃsima «reforma» se convierta otra vez en un mamotreto tecnocrático que refleja la postura de pocos y que nos crea otra vez la ilusión de que las reformas cambiarán las cosas.
En otras palabras para que exista comunicación entre ciudadanÃa y gobierno se necesita interactuación y no solo canales de comunicación unilaterales. Hay que enfatizar en esos esfuerzos procurando generar compromisos, tanto de parte de quienes se obligan a cumplir cuanto de quienes prometen vigilar que las cosas se cumplan. Hay que tomar en cuenta además, que la comunicación no ha de ser vertical, sino lo más horizontal posible.
El contenido de la reforma: el principio
Uno de los trabajos que ha guiado la reflexión en torno a la democracia ha sido el de Robert Dahl, quien ha aportado especialmente, a través de su concepto de poliarquÃa, con un referente importante y claro para saber qué entender por democracia. Si retomamos el aporte de Dahl en su idea de democracia podemos acopiar los siguientes elementos: elecciones libres y limpias, funcionarios electos, sufragio inclusivo, derecho a acceder a cargos y -si extendemos algo más el concepto – derecho a participar polÃticamente, fuentes plurales de información más libertades de asociación y expresión.
Solamente si contrastamos estos elementos mÃnimos para considerar que una sociedad vive una democracia, con la realidad que nuestra «democracia» ha vivido en estos últimos años, podemos darnos cuenta de los enormes desafÃos que esta enfrenta. O más bien, que enfrentamos los ecuatorianos y las ecuatorianas en el camino para construir la democracia.
A pesar de que los fantasmas de un proyecto autoritario y populista no se han extinguido del todo con el final del anterior gobierno, sino que esperan una nueva oportunidad, debemos ser optimistas de todos modos en que podemos lograr una democracia real. Entonces, sin crear expectativas falsas de lo que este precario gobierno actual puede lograr, considero que, más allá de la promesa de la Consulta Popular o de una eventual Asamblea Constituyente, un reto constituye mantener y afinar la reflexión, la discusión y el desarrollo de propuestas de reformas polÃticas que permitan un marco claro y concreto de reglas de juego polÃticas y a partir de allà comenzar a cambiar la polÃtica.
Desgraciadamente la gran carga de escepticismo que vivimos los ciudadanos de este paÃs va en aumento por la enorme cantidad de promesas incumplidas de los intentos sucesivos de reforma que desde el mismo año 1979 se han organizado para «salvarnos». En otras palabras, sigo sosteniendo mi argumento de que aquà lo que sobran son reformas y diseños y lo que falta casi absolutamente es voluntad fuerte y consensos mÃnimos para empezar a cambiar. Por ejemplo: cómo podrÃamos pensar que ciertos «amos» de algunos partidos polÃticos consientan en democratizarlos. Entonces las reformas jurÃdicas e institucionales se convierten en una especie de fetiche o chivo expiatorio para ocultar la inoperancia en cuanto al cambio o el engaño.
Con estas palabras, quiero dar a entender que se requieren de algunas reformas puntuales para comenzar. Quiero dar a las reformas la importancia que merecen y a la voluntad de los actores y particularmente de las elites polÃticas su peso.
Por cierto, esta voluntad debe ir aparejada del permanente seguimiento y escrutinio de una ciudadanÃa interesada por ver cómo ejercen el gobierno nuestros «representantes». Se necesita entonces, de la mano de cualquier reforma: ¡¡¡una ciudadanÃa vigilante!!!
Temas destacados de la reforma polÃtica
¿Por dónde empezar? Por qué lado comenzar a desmadejar este enredo institucional que hemos creado estos 26 años de democracia.
Yo considero, siguiendo lo que antes he anotado, que resulta necesario un paquete de reformas puntuales y estratégicas que permitan poner el sistema polÃtico en orden. Es decir que intervengan para reformar el sistema en los puntos más débiles, que tienen que ver con las caracterÃsticas ya citadas a partir de concepto de Dahl. Asà por ejemplo, habrÃa que pensar en qué instituciones se requiere reforzar y profundizar para lograr acceso equitativo a la polÃtica, elecciones libres, etc.
Una de esas instituciones es la revocatoria del mandato que quizá habrÃa que ampliar para todos los funcionarios de elección popular incluido el Presidente de la República. Otras reformas deberÃan procurar una autoridad electoral imparcial y eficiente, apuntar a crear responsabilidad para presentar programas electorales, de manera de poder tomar cuentas si no se cumplen. Asà mismo, resulta importante definir reglas muy claras de participación en campañas con igualdad de oportunidades en cuanto a información, lo que significa espacios gratuitos para todas las opciones y no solamente para las empresas electorales que hoy por hoy, se rÃen de las multas que no pueden cobrarles.
Finalmente se requiere de una profunda democratización de los partidos polÃticos, con un sistema de rendición de cuentas y mejores o más bien, verdaderos mecanismos de democracia interna. Se requiere evitar nepotismos para que los partidos no sean sociedades familiares o gremiales.
Por cosas como estas hay que empezar y es bueno priorizar para no terminar paralizados por la avalancha de propuestas pero terminar siempre en «lo mismo».