Autor: Ab. Pedro Páez Bimos (Mg)

Manifiesto liminar de la Universidad de Córdoba

No existe mayor alegría dentro del aspecto jurídico que la expansión de los derechos, sobre todo, de aquellos que se reconocen tras varios años y luchas sociales que buscan la reivindicación o el reconocimiento de realidades que suceden en el pragma y que muy difícilmente se lograron manifestar sin modificar el estado regular de los estándares sociales. Y es así, como el 15 de junio de 1918 en la Universidad de Córdoba, los estudiantes libres de la república Argentina en la ciudad del mismo nombre, pelearon por el reformismo en su educación superior, buscando la democratización que gira alrededor de su Manifiesto Liminar del 25 de junio de 1918.

En el contexto de la lucha de derechos es importante establecer que para que se dé la misma, deben existir las condiciones necesarias que impulsen o justifiquen la reforma que traé las reivindicaciones. El contexto de la época ponía a las tres universidades con mayor representación y tradición de la Argentina –las universidades de Buenos Aires, Córdoba y Nacional de La Plata-, como los únicos centros de educación superior en los que predominaba la rutina pedagógica y la religión ortodoxa católica[1] que tenían sometida a la educación. Esto en conjunto con las constantes migraciones europeas que venían trayendo diferentes corrientes socialistas y sindicales, así como la represión por parte del gobierno del general Julio Argentino Roca, generaron que los diferentes estudiantes renueven sus ideales y cuestionen su condición de estudiantes en su contexto político y nacional.

Otros puntos relevantes son la finalización de la primera guerra mundial, la revolución rusa y la llegada del radicalismo. Estos factores fueron relevantes para que los estudiantes tomen conciencia de su rol respecto a la universidad y la sociedad, y para que encaminen las riendas y confronten de manera directa un sistema educativo obsoleto que arrastraba las mismas trabas de la época colonial[2]. Siendo principalmente aporte de la clase media emergente que enfrentaba esta lucha frente al clero y la clase oligárquica terrateniente de la época.

Fue tan importante la reforma que plantearon los estudiantes de Córdoba que generó el germen de otros movimientos estudiantiles de la región, que presentaban una crisis del sistema educativo de la época, que solo se podía resolver desde la autoeducación y no desde las políticas públicas integrales que no consideraban la realidad de los estudiantes, sus necesidades y propuestas.

Cuestión relacionada con el progresismo que se aventuraba en aquellos años. Pensadores de la talla de José Ingenieros, apoyó el reformismo estableciendo que “…la Universidad debía ser una escuela de acción social, adaptada a su medio y a su tiempo…”, es decir, de carácter progresista.[3] Cuestión que fue relevante para el movimiento universitario que en países como Perú con José Mariátegui, dentro de su texto 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, establece ciertos puntos como la importancia de la compilación documental de Gabriel del Mazo, como encargado de la Federación Universitaria de Buenos Aires, rescatando estas esperanzas mesiánicas y las ganas de cambiar el mundo, en una juventud que superaba la primera guerra mundial, y que las antiguas generaciones no lograron cambiar el ámbito educativo, planteando nuevos métodos de estudios y exponiendo el atraso de la universidad en contraste con otras corrientes contemporáneas[4].

Las propuestas centrales que estableció el Manifiesto Liminar, se relaciona de manera directa con el carácter reformista e histórico al dirigirse de manera textual a los hombres libres de Sudamérica, que ha pasado a ser de una u otra forma una carta con características constitucionales de una realidad y sentir de los estudiantes, que se construyen con el espíritu de aquellos que se organizaron ese 21 de junio de 1918, y de otros que lucharon en el pasado, proponiendo de manera clara y concisa: La autonomía universitaria; el cogobierno, la libertad de cátedra o docencia libre con cátedras paralelas; libertad académica para el análisis y expresión de ideas filosóficas, científicas, sociales y políticas; misión social de la universidad para que su función fuese mucha más allá de la simple enseñanza de las aulas de clase; vinculación de la universidad con el resto del sistema educativo nacional de base; asistencia libre a clases para facilitar el proceso académico a los estudiantes de clase media que tuviesen que desempeñarse como trabajadores; docencia libre, es decir, el aula disponible para todo aquel que quisiera impartir sus conocimientos sin importar su corriente de pensamiento; gratuidad de la enseñanza superior para que la educación superior fuese asequible a todos los sectores sociales; y la unidad latinoamericana ante toda forma autoritaria de gobierno[5].

Educación en el Ecuador

Estos puntos producirían un antes y un después en el desarrollo de las políticas públicas de los Estados de la región, así como en la realidad de las voluntades y conciencias de los estudiantes latinoamericanos, al tener un instrumento tangible y una experiencia previa para poder modificar sus realidades, y que ha marcado actualmente al Ecuador. Como antecedente histórico no podemos olvidar la revolución juliana, el pentavirato y la Ley de Educación Superior de 1925 que reconoce la autonomía universitaria dentro del aspecto legal. Tampoco ciertos personajes importantes que buscaron y defendieron estos derechos, como es el caso de Alfredo Pérez Guerrero cuando manifestó que la universidad y su autonomía deben estar vinculadas con la realidad y no solo con la garantía de paz y serenidad, es decir, existe la necesidad de cambio y de trabajo con la sociedad[6].

Si revisamos la Constitución de la República del Ecuador, podemos encontrar que las ideas centrales del Manifiesto Liminar, se encuentran reflejadas al considerar la educación como un derecho de las personas, familias y la sociedad, así como un área prioritaria de la política pública[7]; reconociendo que será participativa, democrática, incluyente, diversa y justa[8]; así como la libertad de enseñanza, la libertad de cátedra en la educación superior y el derecho de aprender en su propia lengua[9]. Hoy en día aún se mantiene en discusión las reformas y la inclusión de las ideas planteadas por este grupo de estudiantes argentinos en la LOES, para que la reivindicación de sus postulados no se pierden o se encuentren asimétricos con la Constitución y el espíritu estudiantil.

Para terminar, es necesario plantear y celebrar en este mes los 100 años de un evento que cambio el panorama regional y dio la vuelta al mundo. Suceso histórico que permite a muchos estudiantes de universidades públicas y privadas que puedan gozar de participación activa y sustancial en sus centros de estudios, así como pelear por la autonomía y libertad de cátedra que se planteó desde la esfera jurídica, y que es necesario recordar todos los días para que los derechos adquiridos y reconocidos no los perdamos ante cualquier circunstancia política o injerencia externa.

Ab. Pedro Páez Bimos (Mg)

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Socio fundador Corporate Defense

Quito – Ecuador

Mayo – 2018


[1] En realidad el contexto educativo católico era la tendencia desde la época colonial en los diferentes centros de educación de la región. Acevedo, A. A cien años de la reforma de Córdoba, 1918-2018. La época, los acontecimientos, el legado. 2010, p 3.

[2] Así lo manifiestan diferentes autores como: Tunnermann C. La reforma universitaria de Córdoba. Educación Superior y Sociedad. Vol. 9. No.1 1998, Managua, p 104.

[3] Ibíd., p 107.

[4] Mariátegui, J. La reforma universitaria, ideología y reivindicaciones. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima, Amauta, 1980, pp1-3.

[5] Ob, cita 1., pp 9-10. Estos puntos centrales que establece el autor hace referencia al análisis reflexivo emitido en base al manifiesto liminar, y del cual se puede desprender estos puntos que son de relevancia, también según el estudio del 2008 de Tunnermann.

[6] Pérez. A. La Universidad y la Patria. Editorial Universitaria. Quito. 1965.

[7] Constitución de la República del Ecuador. 2008. Art. 26.

[8] Ibíd. Art. 27.

[9] Ibíd. Art 29.