Por: Dr. Manuel Villoria
Universidad Rey Juan Carlos – Instituto Universitario Ortega y Gasset
Madrid, EspaƱa

L A CORRUPCIƓN FAVORECE LA DESLEGITIMACIƓN de las instituciones, pues Ć©stas ya no garantizan las reglas del juego; ademĆ”s, las instituciones socavadas por la corrupciĆ³n incentivan la apariciĆ³n de corruptos que presionan para romper con la equidad del sistema. Con ello, el mercado desaparece en sus tĆ©rminos ideales, pues la competencia y la informaciĆ³n perfecta dejan lugar al abuso de poder, al fraude y a la manipulaciĆ³n de las reglas del juego. En ese contexto, la inversiĆ³n privada nacional e internacional se retrae y deja a los paĆ­ses estancados en su situaciĆ³n previa o la empeora.

En economĆ­as en transiciĆ³n, la corrupciĆ³n ha permitido el desarrollo de los oligarcas que manipulan la formulaciĆ³n de polĆ­ticas e, incluso, configuran nuevas reglas del juego para su propio beneficio. Cuanto mĆ”s se deteriora el sistema, los incentivos para la captura del Estado son mayores, pues los beneficios son mĆ”s evidentes.

Los mĆ”s dĆ©biles son los mĆ”s perjudicados por estas actuaciones. TambiĆ©n, si se permite, incentiva el desarrollo de burĆ³cratas que, en lugar de ayudar, Ā«crean problemasĀ» a los ciudadanos para extraerles recursos. Promociona la presiĆ³n para el impago de impuestos a cambio de beneficios econĆ³micos a los recaudadores, ademĆ”s de la eliminaciĆ³n de normas que perjudiquen fiscalmente a los corruptores. La corrupciĆ³n incentiva el pago de sobornos para la obtenciĆ³n de contratos o para la concesiĆ³n de empresas privatizadas, pero estos contratistas o adquirentes tienden a maximizar el beneficio a corto plazo, dada la inseguridad con la que operan en un mercado donde todo depende del mantenimiento en el poder de polĆ­ticos amigos. Los resultados para la economĆ­a nacional son muy perjudiciales.

Efectos de la corrupciĆ³n

La corrupciĆ³n judicial, dentro del conjunto de la corrupciĆ³n, es uno de los elementos mĆ”s perjudiciales del fenĆ³meno. A la inversa, una judicatura honesta y eficaz es un elemento esencial en la lucha contra la corrupciĆ³n fuera del sistema. AsĆ­, analizando los efectos antes enunciados, podemos ver lo siguiente:

1. Los jueces corruptos no van a perseguir el fraude fiscal o econĆ³mico ni el blanqueo de capitales vinculado a la delincuencia de gran nivel. Con ello, favorecen el desarrollo del impago de impuestos e incluso, la conversiĆ³n de delincuentes peligrosos en verdaderos oligarcas. Una judicatura corrupta se integra en el negocio con peligrosos grupos criminales que constituyen un reto al poder del Estado. Al dejarles expandir su poder, su capacidad de presiĆ³n y control del Gobierno lleva al desarrollo de un rĆ©gimen criminal y corrupto sistĆ©micamente. Si, por el contrario, existen jueces honestos y eficaces, los delincuentes encuentran muchas mĆ”s dificultades para su acciĆ³n y los costes de su acciĆ³n ilegal reducen la presencia de tales grupos. TambiĆ©n mejora sus ingresos el Estado y, con ello, se sientan las bases para polĆ­ticas que ayuden a la ciudadanĆ­a.

2. La instituciĆ³n mĆ”s importante en la garantĆ­a de los derechos de propiedad es la judicatura. Los jueces conocen de los casos civiles y mercantiles, del impago, de los fraudes, de los lĆ­mites de la propiedad, de los derechos reales, etc. Si los jueces no cumplen con su obligaciĆ³n de garantizar estos derechos, los propietarios tendrĆ”n que utilizar mĆ©todos mafiosos o criminales para protegerse, con la consiguiente quiebra del Estado de Derecho. Si quien quiere comprar una casa no sabe realmente a quiĆ©n pertenece, no la comprarĆ”, con el perjuicio doble para Ć©l y para el que quiere honestamente venderla. Pero si, comprĆ”ndola de buena fĆ©, se encuentra estafado, acudirĆ” al juez correspondiente para que tutele sus derechos. Si los jueces, en estos casos, actĆŗan de manera corrupta, el mercado inmobiliario se convierte en una realidad distorsionada e ineficaz para satisfacer preferencias.
Las reglas del juego honesto se han roto y los ciudadanos tienen incentivos para penetrar en el juego de la violencia y el crimen. Una judicatura intensamente corrupta impide la existencia del mercado.

Por el contrario, jueces honestos y eficaces analizarĆ”n los casos que se presenten ante ellos y procurarĆ”n tutelar los derechos de los propietarios y de los compradores de buena fĆ©, sancionando las conductas ilegales o abusivas, restaurando, en definitiva, las reglas del juego del mercado basadas en la competencia y en la informaciĆ³n veraz.

3. Unos jueces corruptos no van a controlar una AdministraciĆ³n que contrata incumpliendo las normas, que distorsiona la libre concurrencia de ofertas y/o que adjudica siguiendo la regla de que Ā«obtiene el contrato el que mĆ”s paga al decisorĀ». Todo ello provoca que los contratos no cumplan los fines para los que debieran nacer, que los empleados tengan incentivos para demandar sobornos, que las empresas tengan incentivos para usar sus fondos no en inversiones y en buena ejecuciĆ³n de contratos, sino en pagos corruptos y en tejer redes de acceso al poder. Sin embargo, jueces honestos controlan los actos de la AdministraciĆ³n y sancionan no sĆ³lo las conductas penalmente perseguibles, sino tambiĆ©n las actuaciones de la AdministraciĆ³n que incumplen normas administrativas e incluso, aquellas que reflejan que Ć©sta no ha actuado sometiĆ©ndose a los fines que justifican su existencia. Con ello, la sociedad en su conjunto mejora.

4. La corrupciĆ³n de la judicatura permite la impunidad de los polĆ­ticos corruptos, los cuales potencian actividades que les permiten garantizar sus beneficios, pero no aquellas que benefician a la colectividad. Esta impunidad, unida a la ineficacia que la polĆ­tica de saqueo del Estado genera, produce una deslegitimaciĆ³n del sistema polĆ­tico y, en concreto, de la democracia como rĆ©gimen, favoreciendo el surgimiento de derivas autoritarias que, a su vez, tarde o temprano permiten mayor corrupciĆ³n en los niveles superiores del Gobierno. Una judicatura honesta puede reducir la expansiĆ³n del fenĆ³meno y la transmisiĆ³n a la sociedad de mensajes fortalecedores de la legitimidad de las democracias.

En resumen, la corrupciĆ³n judicial juega un papel extraordinariamente perverso para la gobernabilidad democrĆ”tica y la mejora de las condiciones de vida de la inmensa mayorĆ­a de la poblaciĆ³n.

CĆ³mo estudiar la corrupciĆ³n judicial

Para estudiar la corrupciĆ³n judicial es preciso no olvidar que Ć©sta se produce en el marco de un sistema econĆ³mico, polĆ­tico y social. Por ello, conviene realizar, en cada caso concreto, un estudio de su origen y causas generales, para, posteriormente, intentar definir cuĆ”l serĆ­a el entorno idĆ³neo para una actuaciĆ³n judicial honesta y eficaz. Finalmente, de la diferencia entre donde estamos y donde quisiĆ©ramos llegar pueden surgir medidas realistas y eficaces que ayuden a realizar el trĆ”nsito.

Desde donde se parte.

En algunos paĆ­ses se ha caĆ­do cerca de lo que denominarĆ­a el cĆ­rculo vicioso de la corrupciĆ³n (ver figura 1) y la deslegitimaciĆ³n del sistema polĆ­tico. En este cĆ­rculo se parte ya de una situaciĆ³n en la que la ciudadanĆ­a desconfĆ­a fuertemente de los partidos polĆ­ticos, desconfianza que, en ocasiones llega a las propias instituciones polĆ­ticas, y que acaba desembocando en desafecciĆ³n polĆ­tica primero (desconfianza hacia la acciĆ³n polĆ­tica y los partidos) y, mĆ”s tarde, en apatĆ­a e, incluso, en alienaciĆ³n respecto al sistema polĆ­tico y los valores de la democracia. Evidentemente, a ello contribuyen unos partidos polĆ­ticos prebendalistas, partidos cuya Ćŗnica ideologĆ­a real es el poder, por la capacidad que Ć©ste da de repartir cargos y prebendas entre sus afiliados y simpatizantes. El Estado es un botĆ­n que hay que repartirse mientras se estĆ” en el cargo. Partidos, ademĆ”s, que no tienen incentivos fuertes para el cambio profundo – sĆ­ para los maquillajes- pues la ciudadanĆ­a estĆ” tan apĆ”tica que abandona toda rebeldĆ­a y respuesta sĆ³lida y sistemĆ”tica. SĆ­ puede haber respuesta explosiva, sin rumbo, o voto al outsider populista que, cuando gobierna, no hace sino empeorar las cosas.

Una vez en el Gobierno, el partido o partidos beneficiados por la ayuda empresarial proceden a institucionalizar dichos apoyos. Por una parte, devolviendo favores a travƩs de privatizaciones, desregulaciones, contratos, concesiones o normativas fraudulentas. Por otra, exigiendo nuevas derramas que ayuden esta vez a mantener unas finanzas sanas al partido y a sus dirigentes.

La AdministraciĆ³n no puede, al no existir un funcionariado profesional e inamovible, oponerse o dificultar este robo sistemĆ”tico; antes bien, coopera en la actuaciĆ³n para mantener el cargo o, incluso, desarrolla sus propios mecanismos de financiaciĆ³n personal a travĆ©s de las Ā«mordidasĀ» mĆ”s o menos institucionalizadas.
La prensa, dominada a travĆ©s de la propia publicidad institucional, o mediante los grandes acuerdos con los propietarios, no puede vocear suficientemente la corrupciĆ³n de la que tiene noticia. Finalmente, los casos de corrupciĆ³n que, milagrosamente, llegan a la judicatura son sistemĆ”ticamente archivados o provocan sentencias absolutorias, salvo casos excepcionales en los que se decide generar algĆŗn Ā«chivo expiatorioĀ».

Los jueces saben que su cargo depende de los polĆ­ticos que los nombraron, o que desde las instancias superiores del poder judicial podrĆ”n paralizar su carrera si actĆŗan de forma imparcial, por lo que son cooptados para mantener un marco de impunidad para el poder establecido. Esta impunidad genera, aĆŗn, mĆ”s desconfianza y desafecciĆ³n. Precisamente esa desafecciĆ³n puede contribuir a que el partido en el poder consolide una red de apoyo econĆ³mico, mediĆ”tico, judicial y administrativo que le permita reducir la igualdad de oportunidades electorales y haga muy difĆ­cil la alternancia, con lo que se consolida un modelo semidemocrĆ”tico.

De todo este relato, algunos paĆ­ses participantes han participado o participan en alguna medida, aunque existen notables diferencias. Por ejemplo, MĆ©xico estĆ” inmerso en un proceso profundo de cambio que tiende a eliminar una parte importante de los factores del cĆ­rculo vicioso, aun cuando en un paĆ­s tan inmenso la realidad es difĆ­cilmente controlada desde el centro. PerĆŗ tambiĆ©n estĆ” huyendo de un modelo muy cercano al cĆ­rculo vicioso antes descrito. Colombia tiene un problema previo al propio del cĆ­rculo vicioso, el de recuperar el monopolio de la violencia legĆ­tima para el Estado, pues donde existe Estado colombiano los avances en esta materia han sido destacables. Bolivia ha trabajado bastante en la eliminaciĆ³n de los incentivos a la corrupciĆ³n, reduciendo el botĆ­n disponible, y ha generado interesantes programas de lucha, no obstante, la implantaciĆ³n sigue siendo baja y, en el Ć”mbito judicial, bastante baja en los niveles inferiores del sistema. Ecuador tiene tambiĆ©n avances en la programaciĆ³n y diseƱo, aunque la implantaciĆ³n de las medidas es aĆŗn muy mejorable. En Guatemala falta la necesaria cooperaciĆ³n polĆ­tica.

A dĆ³nde quisiĆ©ramos llegar.

La situaciĆ³n de la que se parte en algunos paĆ­ses en la lucha contra la corrupciĆ³n en general, y, en particular, en la lucha contra la corrupciĆ³n en el sistema judicial es muy diferente a la hasta ahora expuesta. Algunos de los paĆ­ses de la UniĆ³n Europea encabezan la lista de los paĆ­ses menos corruptos del mundo y su situaciĆ³n se acerca al cĆ­rculo virtuoso de la Ć©tica pĆŗblica. En Ć©l, se parte de una sociedad con cultura cĆ­vica, es decir, con confianza intersubjetiva, consenso sobre las instituciones polĆ­ticas y las polĆ­ticas pĆŗblicas esenciales y tolerancia. Esta sociedad que confĆ­a en su gente tiene una densa red de organizaciones y asociaciones voluntarias de todo tipo que favorecen el desarrollo econĆ³mico y el funcionamiento del mercado (Putnam, 1993). Ese capital social tambiĆ©n favorece la existencia de votantes bien informados, participaciĆ³n polĆ­tica, implicaciĆ³n ciudadana en la elaboraciĆ³n de las leyes, respeto al derecho y control del poder polĆ­tico y de la AdministraciĆ³n (Boix y Posner, 2000).

Los partidos polĆ­ticos tienen mecanismos claros de democracia interna y altos grados de transparencia en su funcionamiento y financiaciĆ³n. El Estado de Derecho se manifiesta diariamente en la acciĆ³n de gobierno, pues el Ejecutivo respeta las normas y procura garantizar el respeto colectivo de las mismas.
Para ello, es fundamental un servicio civil de carrera estable, profesional y no sometido a los cambios polĆ­ticos. Cuando fallan los mecanismos de control interno en la AdministraciĆ³n y surgen casos de corrupciĆ³n, la prensa libre los airea y denuncia. El Ministerio pĆŗblico lleva adelante con imparcialidad las investigaciones sobre corrupciĆ³n y los jueces juzgan con independencia los casos. No existe impunidad y la corrupciĆ³n demostrada es sancionada severamente, no sĆ³lo desde una perspectiva legal sino tambiĆ©n social.