Autores: Lic. Andrea Belén Palma y Dr. Pedro Javier Granja

El Código Penal argentino vigente data de 1921. En su Art. 86.2 encontramos los 2 únicos supuestos en los que, abortar no es delito, a saber: a) cuando el embarazo pone en grave riesgo la vida de la mujer y b) si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota.

Lea la “exposición de motivos” del legislador argentino que constituye un texto a todas luces monstruoso. Dicen que la interrupción del embarazo producto de una violación en mujer idiota es necesario porque lo más probable es que el hijo nazca con las mismas deficiencias de la madre pero si se trata de un suceso generado por un ultraje en una mujer “llena de vida” el aborto no se admite bajo ninguna circunstancia.

Más de 90 años después los legisladores ecuatorianos redactaron el COIP. Aunque usted no lo crea, es una copia casi al carbón del texto argentino. El aborto es punible salvo cuando el embarazo complique la salud de la madre o cuando sea producto de una violación en mujer demente.

Siendo así, si su hija o su pareja es violada por un grupo de delincuentes y ella desea no tener al producto de ese evento traumático, sencillamente terminará en prisión por algunos años, dado que, al no ser demente, su conducta no tendría causal de atipicidad.

Lea con atención estas líneas. Nadie puede estar “a favor” del aborto. Nadie desearía que su hija, su nieta, su hermana, su madre viva una experiencia tan devastadora. Lo que estamos planteando en este artículo es la necesidad de debatir seriamente, con argumentos jurídicos y sociales, el drama de millones de seres que vienen siendo perseguidas desde el Medioevo, con particular saña por el derecho penal: la mujer.

El Caso FAL

En el año 2010, en Chubut, Argentina una niña de apenas 14 años se negó a tener el producto de la violación de su padrastro. Pese a la presión de las autoridades la niña decidió abortar. El Estado decidió procesarla. El caso llegó hasta la Corte Suprema que el 13 de marzo del 2012 falló a favor de la menor, dejando claro que el aborto no puede ser punible en ningún caso de violación.

Lo interesante es que ningún médico quería practicarle el aborto a la niña violada. Todos se amparaban en el hecho de ser objetores de conciencia.

¿Quién se atrevió a hacer la intervención?

Una mujer, por supuesto. Una de las más reputadas médicos de Argentina: Stella Maris Manzano. Sus razones son estas: “Realicé ese aborto porque todos los otros colegas de la provincia se negaban y porque yo estaba convencida de que correspondía. El derecho a la objeción de conciencia no existe, es anticonstitucional (…) A los médicos nos pagan por nuestra tarea, no es obligatorio ejercer la medicina. Además, nuestra conciencia no puede perjudicar el derecho a la salud y a la vida. Sabemos que las mujeres tienen el riesgo de enfermar o morir en los embarazos, partos y puerperios. Una de cada 530 argentinas puede morir por causas vinculadas al embarazo, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el informe 2008. También las cifras de mortalidad materna de nuestro país nos muestran que el riesgo de enfermar y morir es más alto cuanto más avanzado está el embarazo”.

Más allá del mundanal ruido y los golpes de pecho:

Si algún día logramos instalar un análisis serio sobre el aborto, de entre toda la ruidosa y desordenada discusión acerca de este pragma, nos queda un evidente asunto de salud pública, cuyos únicos protagonistas son mujeres enjuiciadas, reprimidas o que murieron abandonadas en medio de la clandestinidad. Irónicamente, todos opinan del aborto en la actualidad. Todos se sienten autorizadas para hacerlo desde el dogma o el puritanismo radical. Todos lanzan dardos y frases, escriben artículos y sentencias. Todos, menos las mujeres que abortaron.

¿Imagina usted todo lo que tendrían para contarnos desde su experiencia?

Estas mujeres no pueden hablar libremente de sus decisiones, no solo porque el Estado tendría una reacción coercitiva sobre ellas, sino también porque nuestro entorno está conformado por miles de policías de la moral y del pecado dispuestos a empujarlas a la plaza pública, porque su lema es salvar las dos vidas. Es eso, o no salvar ninguna.

Su inflexible pensamiento es parte de un muro de contención gigantesco que repele todas las políticas asociadas a los derechos reproductivos. Pero las mujeres no van a dejar de abortar porque el Código Penal dice que hacerlo es pecado y deben morir en una celda por “malas”. Lo único que se logrará manteniendo la penalización será estabilizar el número de seres humanos que mueren en frigoríficos clandestinos.

El ruido es tan abrumador, que los pocos esfuerzos científicos, técnicos y políticos alrededor del aborto se empañan con facilidad. ¿Acaso usted podría decir con seguridad que está totalmente informado sobre el aborto, causas y consecuencias? ¿Encuentra fácilmente fuentes de información veraces o plataformas educativas que le permitan extender su comprensión sobre el aborto? ¿Cree que sus hijos están preparados para entender este problema? o como la mayoría, ¿elude el tema para evitarse malos ratos?

Lo cierto es que la mayoría de nosotros no sabemos abordar temas tabú como el aborto porque vivimos en este desequilibrio informático en el que también es muy difícil conciliar las dificultades y diferencias de las cifras expuestas en las campañas pro-aborto. Sus colectivos pro-aborto en Ecuador no parecen tener una idea unificada. ¿Buscan la legalización o despenalización del aborto? No lo sabemos, porque su comunicación sigue siendo dispersa y las contradicciones entre la práctica y la teoría no han sido seriamente resueltas.

¿Cómo nos liberamos del ruido?

Un buen punto de partida es entender que el problema ya está planteado: la cantidad de abortos reportados por año mantiene una tendencia en alza, según el Ministerio de Salud Pública. Entonces, el aborto es real y creciente en Ecuador, aún con un marco de ilegalidad.

Luego, parece oportuno aterrizar en las condiciones que el Código Orgánico Integral Penal de Ecuador plantea sobre el aborto. Sabemos que prevé excepciones en caso de que peligre la vida de la mujer embarazada, o cuando el embarazo es producto de una violación a una mujer idiota (demente). La pregunta es: ¿qué sucede con las mujeres que han sido violadas y no sufren de demencia? ¿Acaso están menos violadas por tener cordura?

Según el INEC, son 17.448 niñas menores de catorce años las que se vieron obligadas a parir en Ecuador entre 2009 y 2016. Considérese que todo contacto sexual con un menor de edad es violación, pero estos casos no se registran como tal, lo que les impide a las niñas acceder a atención, reparación y justicia.

El 75% de los casos de violación que sí se registran no tienen sentencia condenatoria. Las víctimas deben lidiar con fuertes daños psicológicos, gastos económicos, juicios interminables, amenazas de su violador, un embarazo no planeado que pone en riesgo su estabilidad emocional y su prosperidad, falta de apoyo médico de calidad y posible prisión en caso de abortar. Como sociedad, obligamos cruelmente a más de 17 mil niñas a pasar por esto.

Si despojamos de juicios de valor, profecías y maldiciones al aborto, encontraremos también que según Unicef, 1 de cada 10 mujeres ecuatorianas ha sido víctima de abuso sexual alguna vez en su vida. Quiere decir, que una gran parte de mujeres en nuestro país ya ha sufrido suficiente; el Estado y la sociedad no pueden desprotegerlas aún más.

La dimensión del problema puede ser inmensa y no la podemos abarcar desde la comodidad de nuestra moral. Sin embargo, si nos concentramos, todos podemos ver la punta del iceberg: niñas y mujeres embarazadas por violación que están siendo obligadas a parir. Resolver esta situación en particular es impostergable.

El caso de Romina Tejerina

En medio de todo esto, encontramos el caso de Romina Tejerina. Violada brutalmente luego de salir de una discoteca, su agresor fue absuelto por un Tribunal argentino bajo el risible argumento de que no tenían ninguna prueba concluyente de que el ultraje haya provocado el embarazo. Romina es una chica muy pobre. Nunca pudo recuperarse de esa agresión. Trató por todos los medios de hacerle entender a su familia que no estaba en condiciones de ser madre pero se impuso el “tenéis que parir porque si no parís, no existís”, tan propio de sociedades alarmantemente primitivas como las nuestras.

Romina tuvo una niña. En un ataque psicótico, cuando ésta tenía 7 meses, Romina utilizó unas agujas de coser. Asegura haber visto en el rostro de la criatura el de su violador. La niña murió. Argentina se dividió entre quienes exigían la cadena perpetua para la mujer y quienes en cambio pedían que se analice su drama. Por cada cárcel que pasaba, Romina Tejerina era brutalmente agredida por sus compañeras de celda. Luego de varios años en prisión y gracias a un movimiento de abogados de lujo, ella recuperó su libertad.

De esas preguntas que nadie hace acerca del aborto

¿Por qué molesta tanto el tema en la sociedad ecuatoriana?

Porque el aborto, la homosexualidad y la fertilización asistida cuestionan gravemente la sexualidad reproductiva como único modo de vivir y experimentar las relaciones sexuales, amorosas y eróticas. Algo que de ninguna manera puede admitir la sociedad patriarcal.

La historia del poder ha privilegiado siempre subjetividades, entre esas, el cuerpo del varón.

¿Por qué no se debe judicializar el aborto?

Plantear el aborto como un acto típico implica simple y sencillamente la biopolítica del control del cuerpo de las mujeres de los países del tercer mundo.

Nadie se practica un aborto porque éste sea legal o deja de hacérselo porque se lo considere prohibido.

El drama es que, al mantenerlo como una conducta marginalizada lo que se logra es que al menos 10.000 casos por año de mujeres con graves daños a su salud ingresen al sistema sanitario ecuatoriano obligando a destinar recursos a esto porque tenemos que dar ayuda a mujeres pobres con intervenciones precarias, mal realizadas, hechas en lugares clandestinos.

Todo esto mientras las mujeres con dinero van a abortar tranquilamente a Miami

¿Y los planteamientos sobre el trauma psicológico que deja el aborto en las mujeres?

El traumatismo nace como consecuencia del mismo contexto de ilegalidad y la sanción moral que la sociedad de los puros y perfectos hace sobre la mujer que decide abortar. Es decir se piensa siempre en términos de tratamiento intrapsiquico lo que es meramente una expresión de explosión psíquica generada por la misma estructura caduca.

En Canadá está legalizado el aborto desde 1988. Joanna Erdman de la Universidad de Harvard luego de una investigación de varios años, llegó a la conclusión que legalizar el aborto en lugar de incrementar las tasas las reduce.

¿Cómo lo vamos a lograr?

Sólo dándole un giro a la educación sexual integral, a enseñarle a nuestros jóvenes a utilizar preservativos. Cambiemos el sistema, nosotros elegimos el sistema de salud y no el sistema penal para enfrentar este fenómeno social.

Andrea Belén Palma

Licenciada en Periodismo (Universidad Internacional SEK-Ec)

Pedro Javier Granja

Doctorando PhD en Derecho Penal (Universidad de Buenos Aires-Arg)