LA ENSEÑANZA DEL DERECHO

Por: Dr. César Muñoz Llerena

E NSEÑAR ES IMPARTIR CONOCIMIENTOS , educar es formar; por lo mismo, la enseñanza y la educación no se oponen, no constituyen una dicotomía, se complementan para la tarea edificante de dar sentido a la vida en sociedad.

En el ámbito del Derecho, la enseñanza se proyecta desde tres puntos cardinales: que hay que enseñar, cómo hay que enseñar y par qué enseñar; allí se condensan las materias, los métodos y los objetivos.

Es menester enfatizar que «lo elemental es precisamente lo fundamental», conforme lo expresara algún tratadista, sin que lo elemental signifique superficialidad ni simpleza; no caben las exposiciones farragosas y complicadas. La síntesis es el privilegio mayor de la inteligencia.

No se debe estigmatizar a la clase magistral ni rechazarla de plano: lo impropio es abusar de ella constituyéndoles a los alumnos en entes pasivos. La clase magistral es el sendero inicial para la clase activa, generadora de juicios crítico, de planteamientos nuevos que conducen al imponderable afán de crear y recrear el Derecho.

El maestro

Debe ser un motivador en los propósitos de la enseñanza ­ aprendizaje sin soslayar los problemas que afectan al mundo de hoy, carente de adecuadas orientaciones.

El Maestro no debe propiciar absurdas generalizaciones o maledicencias; su alta calidad humana le impide estar en contra de la ética.
El Maestro del Libertador Simón Bolívar, ese otro Simón de excepcional fortaleza espiritual, consideraba que «Catedrático, es el que comunica lo que sabe o profesa, sentado en alto», en tanto que «maestro es el que enseña a aprender y ayuda a comprender».

Alfredo Pérez Guerrero, educador de juventudes, quien fuera ilustre Rector de nuestra centenaria Universidad Central, manifestaba que «el triunfo del Maestro consiste en formar alumnos que sean superiores a él, a fin de que sean capaces de obras más fecundas y más altas».

La Abogacía

La Abogacía, entendida como el conjunto de profesionales que se desempeñan como patrocinadores de causas, servidores de la administración de justicia, asesores atraviesa un acentuado desprestigio (para no decir que está en crisis, término tan repetido desde hace dos décadas.

Tal desprestigio perjudica a la misma sociedad que requiere de una Abogacía eficiente, responsable y honesta para precautelar los bienes, la vida, la libertad de las personas. De ahí que es indispensable entregar todos los esfuerzos para reivindicar a la Abogacía, a la Profesión del Derecho, noble en su cometido, compleja y difícil en su desenvolvimiento. Para ello, básicamente, se necesita al maestro con vocación y excelencia académica; asimismo, es menester acabar con la asfixiante masificación de graduados, porque esa plétora profesional lamentablemente deviene en mediocridad asociada a comportamientos contrarios a la Deontología Jurídica, de modo tal que el Derecho y la Justicia frecuentemente son denigrados.

Abogado humanista

Nuestra Casa de estudios ¿para qué forma Abogados? Por supuesto para que el graduado con su título obtenido con esfuerzo y responsabilidad, logre honestamente adecuados honorarios o remuneraciones; pero, ante todo para ser un ciudadano útil para los demás; firme en su comportamiento profesional que no se rinde ante la ostentación y vanidad.

Anhelamos un Abogado humanista que no puede darse si no posee una cultura general amplia, que empieza con el conocimiento del idioma, del bien decir y escribir.

Se impone un inaplazable enfrentamiento a la dura realidad que soportamos, en el afán de encontrar correctivos que consoliden los centros educativos y las instituciones democráticas para no perder la fe en la racionalidad de la existencia.