La personalidad del buen gobernante

Por: Dr. Bayardo Moreno Piedrahita

L A PALABRA GOBERNANTE SE DERIVA del verbo GOBERNAR, que etimológicamente proviene del latín «GOBERNARE»; y, que en español significa «DIRIGIR LA NAVE».
En el ámbito político se llama gobernante a la persona encargada de mandar, regir con autoridad y conducir la embarcación del Estado con el timón del poder. Es decir, la persona que está a cargo del Ejecutivo y que gobierna al Estado, en el sistema democrático.
Entonces gobernar el país significa saber administrar moral y materialmente los bienes públicos y además cumplir primero y hacer cumplir la Constitución y las leyes, sin excepción.
Si esa es su misión, la personalidad del gobernante debe estar fraguada con fibras de moral, preparación intelectual y la capacidad para conducir en forma equilibrada al pueblo y manejar con eficacia los recursos económicos de la Nación.
Esta persona debe llevar consigo la receta que cura al pueblo; en la hora de crisis; guía espiritual en la angustia y el emporio de alternativas en la solución de los problemas; el amigo fiel de toda la nación en los momentos de paz; puesto que su compromiso es el logro del bien común, las 24 horas y los 365 días del año.

Personalidad intuitiva

En verdad quien esté a la cabeza del Estado debe ser una persona intuitiva que avizora desde lejos los problemas de su pueblo, para prevenir el caos o mitigar el conflicto social; porque el ejercicio del poder, le ubica muy cerca del grito de la angustia de los problemas sociales. Entonces ese hombre o mujer, que constituyen el alma de la nación, debe ser preventivo, mirando el panorama de la vida del país, para adelantarse a todos los sucesos, con soluciones positivas y prudentes, aun a costa de su propio sacrificio.
Su obligación con el pueblo es insoslayable; por esa razón su presencia ante un problema social, debe ser inmediata y en el lugar propicio, porque quien ejerce el poder del gobierno, debe constituirse en el creador o creadora innatos en la solución práctica para prevenir el golpe a la gran masa social y evitar con prudencia la catástrofe. Debe ser el adalid de la vida, el bienestar y la paz del pueblo.

Formación académica y moral

No podría ser buen gobernante, quien cree que para gobernar ya no le hace falta nada por aprender; porque aquel que cree que ya todo lo aprendió, sólo entenderá después del fracaso, que únicamente se preparó para conducir el espectro de una embarcación fantasma.
Si existe tanta responsabilidad al gobernar el país, la formación académica y moral de la persona que aspira a ser gobernante debe permitirle anticipar al presente y mirar de cerca el futuro, mas no vivir en el pasado; pues, la vida del pueblo camina siempre hacia delante y no se detiene jamás, así los problemas aparezcan en forma permanente, ya que la solución dependerá siempre de los reflejos y la chispa de quien se encuentra al frente del poder político. Los problemas no tienen solución en lecciones aprendidas en los libros, porque las dificultades sociales no son imaginarias, sino reales.
En conclusión la personalidad del gobernante de estar forjada con la creatividad múltiple e innata que produce la inteligencia natural después del raciocinio y el empuje inmediato de la acción en la solución de los problemas, olvidándose de los fracasos y las desventuras del pasado; proyectándose en forma segura hacia adelante; sin descartar la revisión de la historia para evitar el error; pero no más, por que el progreso es siempre hacia el futuro.

Sabiduría

La sabiduría enseña que todo buen gobernante, para lograr el éxito en su gestión, debe vivir reflexivamente el presente y mantener la mirada clara y previsiva en el futuro.
Siempre con propuestas efectivas de producción y trabajo y la búsqueda de solución a los problemas para alcanzar el bien común. Su vida y pensamiento deben ser la contemplación de la realidad y el análisis social con miras a lograr una gran cosecha como fruto del trabajo de sus dos hemisferios cerebrales en el triunfo, para aprender a levantarse con optimismo después de la caída, cuando las circunstancias le han sido adversas para volver a comenzar como enseñó Jesús, sin temor a equivocarse, hasta brindarse en holocausto, por la redención de su pueblo.
Es que para encontrar el camino al bienestar del pueblo, el autor inglés Narren Bellis, sugiere que es necesario conocer su realidad y gobernarlo despierto, dejando de soñar, sin olvidar que el que duerme sin soñar, ya esta muerto.

Carácter definido y estable

Desde otro ángulo del poder, quien aspire a gobernar el País, a más de la eficiencia y la competitividad para ser buen gobernante del Estado, obligadamente debe tener y mantener un carácter definido y estable, talento empresarial, perseverancia; firmeza en sus decisiones; imaginación y espíritu de luchador innato y pensar que su gestión tiene a la historia como juez. Más vale, que piense y actúe mejor, sin juzgar a sus antecesores, porque el pueblo no lo eligió como juez. El gobierno debe ser sin claudicar en el cumplimiento del deber ni la veleidad de coronarse con las rocas de la prepotencia y la vanidad, desde lo más alto del poder humano.
La forma de trabajar debe ser sencilla, clara, sincera e incansable para que su presencia se convierta en la guía de su pueblo y la luz que alumbra la existencia de la Nación que le han encomendado el inmenso privilegio de ejercer su conducción; enseñando con su ejemplo a los demás que el trabajo es una necesidad vital y no el castigo o medio de ganar dinero únicamente, olvidándose del valor ético de cada acto gubernamental.

Conocimiento de los problemas nacionales

Sin embargo, en el caso concreto del Ecuador, para hacer un buen gobierno en el país, lo más importante es que el aspirante se conozca muy bien a sí mismo, que conozca íntegramente a su pueblo, como si fuese él, conozca la Geografía y la Historia de la Patria, que se encuentre empapado de los problemas sociales que afronta el pueblo, que mantenga su mente en la solución efectiva de todos los problemas, que conozca sobre la dolarización, la reactivación de la producción, del desempleo, de los migrantes, que conozca a todo el mundo olvidándose de sí y pensando sólo en el bien común.
En síntesis son los atributos que debe reunir el gobernante en la formación intelectual, sicológica y moral; son vitales e importantes pero además en el aspecto personal su traje debe ser pulcro y elegante, el tono de su voz afable con el pueblo y todos los que tenga que tratar; pero enérgica e implacable con los que generan corrupción, el sentido de comunicación a flor de labios, cuidado permanente de su salud física y moral; y, sus relaciones con el Legislativo y Judicial, del mejor tinte diplomático y muy respetuoso de sus funciones, pero valiente y decidido para exigirles el respeto a la Constitución y la Ley; y, su visión sobre el presupuesto, la de un buen padre de familia, que exige cuentas y obliga a todos al trabajo, para poder invitar a todos los ecuatorianos a comer; es que dentro del país, es el primer ciudadano, y, en el exterior es la imagen de todos los ecuatorianos. Esa es la personalidad del gobernante, hombre o mujer que necesita, ¡ éste Ecuador eterno!, que desde hace mucho tiempo anhela encontrar. Esa es la personalidad del líder que debe sacar de la crisis y organizar nuestro pueblo. Sin duda el día que aparezca ese líder, se romperá la historia y se pondrá fin al descalabro moral y social en que ha vivido el Ecuador a lo largo de su Historia.