Dra. MarĆ­a Elena Moreira
Profesora de la Universidad CatĆ³lica de Quito

P ARECERIA QUE EL TEMA del ejercicio de la profesiĆ³n de Abogado y su vinculaciĆ³n con los derechos humanos estĆ” claramente entendido tanto por los propios profesionales como por la comunidad en general.

Deplorablemente, debido a que dicho ejercicio en algunas ocasiones no ha estado apegado a la justicia y particularmente no se ha caracterizado por un manejo transparente e incorruptible, la noble y digna profesiĆ³n de la abogacĆ­a ha sido estigmatizada como una carrera que ha perdido sus cualidades morales. Bien podrĆ­a manifestarse que por un ejercicio inmoral de algunos hemos tenido todos que afrontar que nuestra profesiĆ³n se haya desprestigiado y, en no muchas ocasiones, se tache a todos los abogados de corruptos e inescrupulosos.

Valores morales de la profesiĆ³n

Por ello, considero oportuno que con la celebraciĆ³n del DĆ­a del Abogado se hagan reflexiones sobre los importantes valores morales de esta profesiĆ³n y particularmente su vinculaciĆ³n con el ejercicio de los derechos humanos.

El DecĆ”logo de los Mandamientos del Abogado seƱala, entre otros principios, el deber del Abogado de Ā«estudiarĀ», esto es, de perfeccionarse constantemente en todas las ramas de la ciencia jurĆ­dica. En este aspecto, por ejemplo, el ejercicio jurĆ­dico vinculado a la promociĆ³n y respeto de los derechos humanos requiere de una constante, permanente y ardua tarea de capacitaciĆ³n y perfeccionamiento. La mayorĆ­a de casos de violaciĆ³n a los derechos humanos en los que no ha existido una adecuada reparaciĆ³n por los daƱos causados, o incluso se ha llegado a una flagrante impunidad, no solamente sucede por una compleja y cuestionada administraciĆ³n de justicia, sino tambiĆ©n por la falta de preparaciĆ³n del abogado en este sensible tema. El abogado debe conocer a cabalidad toda la normativa internacional y nacional de respeto a los derechos humanos y sacar provecho de los avances jurĆ­dicos que en los Ćŗltimos tiempos se han incorporado a favor del ejercicio de las garantĆ­as individuales y colectivas, tanto a nivel internacional como en el campo del derecho interno.

El DecĆ”logo del Abogado tambiĆ©n manifiesta que el deber del profesional es luchar por el derecho, pero el dĆ­a que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia. Este precioso mandamiento en el campo de los derechos humanos se evidencia de manera clara y objetiva, cuando en ocasiones, la normativa jurĆ­dica aplicable es contraria a la justicia, a la equidad y a los principios de ius cogens internacionalmente reconocidos. El abogado debe estar preparado para encontrar contradicciones en este aspecto y para superarlas ayudado y orientado por la doctrina y los principios universales del derecho internacional que privilegian la condiciĆ³n de la persona humana por sobre cualquier ordenamiento obsoleto y contrario a la dignidad de los individuos y de las comunidades.

El principio de la lealtad al cliente, al adversario y al juez es fundamental. El desprestigio en el que ha incurrido la profesiĆ³n se debe precisamente a que se ha utilizado la carrera para fines meramente lucrativos y de intereses personales y no para luchar por la justicia, a travĆ©s de bases morales firmes que permitan un ejercicio transparente, honesto y desprovisto de cualquier interĆ©s que vaya en contra de los derechos de los demĆ”s. En el Ć”mbito de los derechos humanos el principio de la lealtad a la justicia cobra aĆŗn mayor importancia por la sensibilidad de los derechos conculcados que, muchas veces, puede acarrear la destrucciĆ³n total de un individuo o de una colectividad. El abogado debe estar conciente de esta grave responsabilidad y procurar, en todo momento, un ejercicio apegado a la verdad y al derecho, aĆŗn cuando esto signifique sacrificar intereses econĆ³micos o personales.

La tolerancia es fundamental para crear una sociedad que camine hacia una cultura de respeto a los derechos humanos de todos sus habitantes. Si el abogado no tiene claro este principio y no puede aceptar las diferencias, muy difĆ­cilmente podrĆ” defender a vĆ­ctimas de esta intolerancia, ya que el mismo no puede encontrar el verdadero sentido de la solidaridad, y por ende, de la justicia.

Fe en el Derecho

Tener fe en el derecho, es lo que muchos han ido perdiendo debido precisamente a un ejercicio profesional deshonesto e injusto. No podemos culpar los abogados a los individuos si algunos prefieren hacer justicia por su propia mano, si no han encontrado en nosotros un compromiso claro de defender la justicia hasta las Ćŗltimas consecuencias, a pesar de la complejidad de un sistema legal, judicial y penitenciario que no ha cubierto las expectativas de una protecciĆ³n verdadera y digna de todos los derechos ciudadanos y si algunos de nosotros hemos sido cĆ³mplices de la injusticia y de la corrupciĆ³n que impera, en gran medida, en la administraciĆ³n de justicia.

QuizƔs el principio de la paciencia es lo que necesitamos para mejorar el ejercicio profesional, para ir construyendo un sistema legal participativo, democrƔtico, igualitario en el que nadie se quede afuera.

Finalmente, el amor a la profesiĆ³n debe ser un principio que tiene que ser revalorizado en nosotros mismos y en la colectividad, que sintamos que la profesiĆ³n tiene valores morales y trascendentes que no pueden ni deben perderse por el virus de la inmoralidad y la corrupciĆ³n, que nosotros y nuestros hijos consideren un honor el ejercicio de esta noble profesiĆ³n, que en sĆ­ misma, entraƱa los principios mĆ”s contundentes de respeto y promociĆ³n a los derechos humanos, como son la igualdad, la libertad y la solidaridad.