RESTRIBUCIONES JUSTAS PARA LOS DOCENTES
Derecho a la educación y al trabajo
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Por: Dr. Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Abogado constitucionalista argentino
Presidente de Asociación Iberoamericana de Derecho de la Información
y de la Comunicación (AIDIC )

S IN CONOCIMIENTO , o sea sin educación, es imposible pensar en participar, con personalidad propia, en la cultura global actual. La soberanía de los Estados depende, ahora, como nunca, del valor agregado que cada uno de ellos tenga, en inteligencia y capacidad de sus mujeres y hombres. El intelecto activo y desarrollado es el verdadero presupuesto para que un país sea algo y pueda tener presencia en el concierto de las naciones. La verdadera puja, en el llamado primer mundo, se desenvuelve en el ámbito del conocimiento y de la información.
Asimismo, también la posibilidad de educarse, adecuadamente, determina el grado de oportunidades que tendrán los pueblos y cada persona en la vida.

En ese fundamental desafío educativo el gran artífice ha sido y es el docente. Él es el que, en su entrega personal, ayuda a dar la mano a las generaciones, para introducirlas al campo del conocimiento. El acto humano del encuentro entre el educador y el educando, no se sustituye con edificios y computadoras. Más ese docente debe ser reconocido espiritual y materialmente, para que su noble tarea le garantice dignidad y él pueda darle calidad.

Situación discriminatoria

Resulta incomprensible e inaceptable, entonces, que docentes, de las distintas etapas educativas, tengan salarios degradados, en muchísimos casos, por debajo de la línea de la pobreza.

En este contexto, no es novedad que por la situación de ahorcamiento económico del área docente, principalmente, por los malos salarios, se han producido tres discriminaciones graves y palpables, que se tratan de hacer pasar inadvertidas.
La desaparición del varón en la educación primaria y secundaria
La primera es la casi desaparición del varón en la educación primaria y la pronta desaparición en la educación secundaria, porque le es imposible plantearse mantener un hogar y progresar, dependiendo de un sueldo de maestro o profesor.

La perspectiva y los referentes masculinos

Además, esa realidad discriminante, y como segunda discriminación, priva también a los educandos de la perspectiva y del estereotipo del hombre en la enseñanza. Tanto más necesaria, en este momento, en el que, por la crisis de la familia tradicional, es imperioso que los niños cuenten en su escuela con referentes masculinos que pueden faltarle en su ambiente cotidiano. En este último aspecto, piénsese en hogares de padres separados o excesivamente ocupados o de madres viudas o solteras, entre otras situaciones.

Deficientes remuneraciones

A su vez, también las deficientes remuneraciones docentes responden a una manera de discriminar, por la que se subestima y por tanto se subvalora el trabajo de la mujer. El área de la educación, en lo cotidiano, está a cargo de la mujer, como ya se ha dicho, y el Estado y las Organizaciones educativas privadas, en general, se dan el lujo de marginar los reclamos de la mujer-docente, como si su salario no mereciera un tratamiento igualitario en dignidad, como cualquier otra tarea que debe tener un reconocimiento espiritual y económico adecuado.

Con el agravante todo ello que, cada vez más, lo mejor de la juventud, no piensa en la posibilidad de poder vivir dedicándose a la docencia; minándose así, el recambio necesario de energías en esa actividad.

Tampoco se puede diferir las soluciones para mejor momento, como si fuera factible decirle a un enfermo grave que espere un tiempo indefinido, para tener el medicamento que necesita hoy.

Degradación y falta de respeto

A la que se somete a los educadores resalta hasta en la manera como se les niegan sus derechos. Así, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, instrumento éste adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 16 de diciembre de 1966 y que fuera aprobado por gran parte los países de América, entre otros importantes aspectos, establece que, los Estados Partes en el Pacto, se comprometen a asegurar «el derecho de toda persona a la educación y reconocen que, con el objeto de lograr el pleno ejercicio de este derecho se debe mejorar continuamente las condiciones materiales del cuerpo docente», (artículo 13, apartado 2, inc. «e»).

Es tan importante este objetivo estratégico de educar que la norma, a diferencia de otros mandatos por los que se consagran derechos, fija una pauta dinámica para la determinación de la retribución a los docentes y de los demás requerimientos necesarios para cumplir debidamente la práctica docente. Establece que continuamente se debe estar pendiente de mejorar las condiciones materiales al sector y por tanto, todo lo que se haga en ese aspecto, siempre debe entenderse insuficiente. Sin embargo, en general, no solo no se han mejorado, sino que los Estados han permitido una degradación indignante de la situación material de los docentes

Sólo los pueblos que reivindican, integralmente, a sus educadores e invierten en educación para todos, tienen asegurada calidad democrática, en igualdad, equidad y justicia. No podemos ser indiferentes ante ello.

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