La eutanasia en Europa

JOAN MARTê
La Vanguardia РEspa̱a

De vez en cuando aparecen casos en la prensa como el de las enfermeras austríacas, los dos médicos belgas acusados de asesinato por haber aplicado erróneamente la eutanasia a un paciente en lugar de a otro en Lieja, o el reciente del inglés, aparentemente honorable, doctor Shipman, que mató a 15 pacientes con diamorfina. No hay que extrañarse: errores y atrevimiento siempre los habrá, aun en contra de lo más sagrado. Pero lo nuevo es el movimiento en auge promovido por asociaciones de diferentes países de Europa en favor de la legalización de la eutanasia activa. De hecho, se planteó y se perdió en nuestro Parlamento una moción en favor de legalizarla. Y sucedió lo mismo con el Comité de Asuntos Sociales del Consejo de Europa, en su reunión de Malta del año pasado, donde la señora Gatterer, austriaca, ganó la moción contraria basándose en el artículo 2 de la convención europea de los derechos humanos según el cual no puede infligirse intencionadamente la muerte a nadie y recordando la dignidad de la persona humana aun en situaciones límite así como la posibilidad de extender los cuidados paliativos.

Holanda

En una sociedad en la que cuenta mucho la libertad de decidir todo por sí mismo, donde no todos mantenemos las mismas bases para sustentar los principios éticos, y cuando la piedad puede tener lecturas hasta contradictorias, hay que prever que el debate social en torno al tema seguirá, para empezar abriendo alguna brecha jurídica, como ha sucedido en Holanda, aunque sólo sea inicialmente.

Inglaterra e Italia

«France Soir» publicaba hace poco que 132 personas hacían pública su desobediencia civil y se mostraban dispuestas a ayudar encasos de eutanasia. En Inglaterra, la British Medical Association publicaba normas, declaradas siniestras por el cardenal Winning, que permiten a los médicos retirar la alimentación y la hidratación a pacientes extremos, víctimas de accidentes, de Alzheimer y de ancianidad. En Italia, la Fundación Florianillevó al nonagenario Indro Montanelli a una conferencia para que declarase que estaba dispuesto a que se le aplicase llegado elmomento.

Opinión de los médicos y abogados

Aunque el principio según el cual los individuos tienen derecho a decidir por ellos mimos sobre su vida en la sociedad liberal e individualista de hoy pesa mucho, la cosa no es tan clara. Uno de los colectivos sobre los que más pesa la amenaza es el de los discapacitados mentales, sobre los que son otros los que deberían decidir. Por algo los juristas en general son reticentes y temen que sea un coladero para eliminar competidores, testigos y ancianos gravosos. También son reticentes los médicos. No sólo por el principio hipocrático que intuyó que liquidar el asunto matando no es el mejor estímulo para avanzar en medicina, sino porque temen ser considerados potenciales verdugos y, con ello, poner en entredicho la honorabilidad de la profesión. Pero estamos en una sociedad de mercado y leí en un periódico inglés que existe, al menos allí, un cierto colapso de la ética médica y que crecerá el número de doctores dispuestos a ganarse la vida con prácticas antes inconcebibles, con tal que sean aceptadas como válidas por amplios sectores sociales. Estamos ya en la cuestión antes mencionada de dónde ponemos los fundamentos de la moralidad.

Dios interviene en la creación de la vida

No se puede acusar fácilmente a los partidarios de la eutanasia de no tener amor humanitario. Ni al que la pide, de cobardía. Hay casos en la historia en los que se afrontá la muerte con auténtica grandeza, sin mencionar a los héroes y a los mártires.
Tampoco la eutanasia niega de por sí los grandes dogmas de la fe como son la inmortalidad o la resurrección. Se podría recordar el «que muero porque no muero» de santa Teresa. Pero está claro que las instituciones que más se oponen a la legalización de la eutanasia son las religiones, especialmente las bíblicas. Aquellas palabras del capítulo 9 del libro del Génesis, «exigiré satisfacción por la vida del hombre (…) quien derrame la sangre verá la suya derramada», son tajantes y sin paliativos, para que luego una conciencia creyente pueda introducir el principio de la selección. El famoso teólogo protestante Dietrich Bonhsffer, que regentá la parroquia protestante de Barcelona y fue asesinado por los nazis en un campo de concentración, escribié: «No hay razón que pueda considerar reprobable el suicidio, sino el hecho de que por encima del hombre está Dios. Sin ello se podría vivir por razones despreciables y morir por razones nobles». De aquí viene que la vida la consideremos sagrada, intocable y punto básico para construir el sistema de valores morales.
Dios interviene en la creación de la vida, aunque sin eliminar la actuación de las causas segundas, y los creyentes pensamos que el hombre tiene la vida sólo en usufructo. La fe nos induce a pensar que, aun en las situaciones más desesperadas, nada escapa al plan de Dios y que la vida nunca carece de valor.

Los que están a favor

Se dirá que muy bien, que cada cual con sus creencias, pero que dejemos libre a la sociedad. Claro que dejamos libre a la sociedad, pero ello no se opone a manifestar el propio pensamiento. Esto es, justamente, democracia. No queremos ser confundidos con fundamentalistas arcaicos.
Comprendemos las razones de los que están en favor. Pero las consecuencias las pagaríamos todos, y las iglesias, como pasa con el aborto, no cesarán de recordar cuál es su norma moral. Los efectos de una ley, además, los pagaríamos todos. Cuando se trata de eliminar a personas en situación extrema, no son sólo los incapacitados mentalmente los que peligran, sino muchos más, por la debilidad y la dependencia que da la misma situación para decidir. Un obispo holandés me decía hace poco cómo tienen que librar batallas para no dar los últimos sacramentos a los que van a morir por eutanasia, que, evidentemente, no deben recibir al tratarse de un suicidio. Quieren la bendición.
Se comprende que unas sociedades tan progresivas y ricas como las nuestras no encuentren otras soluciones mejores para las palabras incurable, intolerable, insoportable, inútil? Sin llegar al recurso de la fe, ciertamente básico para los creyentes, y sin defender tampoco el encarnizamiento terapéutico ni oponerse a lo que se llama la eutanasia pasiva, Àno hay recursos para aliviar, acompañar, dar sentido con el amor a una vida humana rota, mientas exista? Renaud Muselier, doctor en Medicina y diputado francés, escribía hace poco en «Le Figaro»: «Estoy en contra de la eutanasia y también del encarnizamiento terapéutico. Creo, no obstante, en una vía media que tome en cuenta los cuidados paliativos como una ciencia médica, con sus propios trabajos de investigación, la formación de personal médico convencido, a fin de ofrecer al paciente incurable las condiciones de un final de vida humano y digno». Por ejemplo.