APOYO A LOS DEPORTISTAS UNA OBLIGACIÓN DEL ESTADO
Realidades sociales en torno al fútbol
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Por: Dr. Oswaldo Paz y Miño J.
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E L FÚTBOL LITRALMENTE ha puesto a una parte del mundo a sus pies. Sí, gran parte de los seres que habitamos este planeta, aunque sea tangencialmente, estamos interesados en lo que sucederá en el campeonato mundial del deporte popular a jugarse en tierra teutonas.

No he querido decir que todos los seres humanos de la tierra están pendientes del millonario torneo, porque tal afirmación, que leo, escucho y miro por los medios, es imprecisa, por decir lo menos. No saben de la fiesta del fútbol, millones y millones de personas en América Latina, Asia y África, que no tienen literalmente que comer. No saben las madres que a diario pierden a sus hijos por inanición en los desiertos, paramos y caminos. No conocen del tema, cerca de nosotros, en las llanuras del Chimborazo, por ejemplo, donde aún quedan compatriotas excluidos, que sobreviven del frío, de los animalitos que crían y de la Pacha Mama y el Taita Sol. Para ellos, inclusive el castellano, «lengua oficial», no ha sido descubierto, lo que los margina aún más.

Sirva el apunte anterior, para que la futbolización a la que estamos sometidos, no nos descarrile de la realidad social permanente, que es dolorosa. Que el fútbol, nos conceda los espacios de esparcimiento necesarios, pero que no se convierta en sucedáneo. Que con el rey de los deportes, no se camuflen, las iniquidades sociales.

Compartimos el criterio de Humberto Eco sobre el fútbol, quien como consta en «Humberto Eco y el Fútbol» de Pericles Trifonas, Pág. 35: «Se ve en la obligación de desenmascarar al fútbol, revelándolo como lo que es: un juego, nada más que un juego, y no un modo de vida. De lo contrario la sociedad seguirá sufriendo en manos de quienes manipulan la representación del juego y lo utilizan como forma de control social.

El deporte un asunto de Estado

Estamos con el fútbol, estuvimos siempre, nunca ahora, ni antes, concebimos al fútbol profesional como un tema de Estado, ni como un Estado dentro de otro Estado, idea que algunos desinformados han vendido muy bien, intentando hacer del fútbol una isla, en temas laborales por ejemplo. Es asunto del Estado sí, el deporte masivo, no el juego rentado, no porque este de todas formas es elitista, excluyente, aunque popular, como divertimento sin duda. La práctica masiva, social, colectiva de todo tipo de deporte, entre esos el fútbol, ha de promover el Estado con total decisión y de forma planificada. No desde la coyuntura política o desde la visión clientelar: una «canchita por allí», piscinas sin agua, por allá.

Tampoco ha de ser dadivoso el Estado con dineros ajenos, con plata de los contribuyentes con el fútbol negocio, con el balompié industrializado, que ya existe en nuestro país, porque este puede sostenerse por sí mismo. La inversión estatal en los deportes profesionales es inaceptable. No debe el Estado usar el dinero de los contribuyentes en proyectos privados de deporte, los ha de utilizar para servir a la comunidad, socializando el deporte: ha de gastar para expandir la cultura deportiva en la en la comunidad de forma positiva, concreta, objetiva, esto es logrando que ella participe, practique y se involucre en el hecho deportivo, no desde una tribuna, sino en la pistas, en la canchas, en los gimnasios.

El juego de fútbol como negocio

El fútbol profesional es para los aficionados, para los que pagan un boleto, para los que aman una camiseta, para los que se apasionan, gritan y vivan a un equipo, un espectáculo, no un deporte, que ellos practiquen. Lo practican los actores, los protagonistas que ganan dinero por ello. La masa que asiste a los estadios, no participa activamente en el juego, no es parte de él, más allá de sus sentimientos. La hinchada cumple una cita de amor en los estadios, atiende a propuestas comerciales y publicitarias bien trazadas que dejan dinero, a los organizadores, a los dueños de los equipos, porque ahora más que nunca el fútbol es negocio multimillonario y multifacético.

El dinero del Estado ecuatoriano, no ha de ser regalado a quienes manejan un deporte como negocio, como cualquier otro show. El fútbol profesional es actividad privada que la pueden mirar los que tienen dinero para pagarla, que no se confunda, que se rompan los sofismas para siempre.

El fútbol rentado, es un espectáculo público de origen privado, de derecho privado, negocio legitimo y legal. Que debe ser definitivamente encausado como tal, por el Estado, transparentando lo que en algunos estatutos de los clubes del fútbol profesional consta: que son instituciones sin fines de lucro. Cuando a todas luces, de forma pública y notoria, el fútbol es una industria que mueve millones de millones de dólares al año, invertidos con el ánimo de lucrar.

El deporte es salud social

Los niños y jóvenes del Ecuador, los deportistas de los barrios, los atletas de los parques, los ancianos que han ganado la maratón de la vida, requieren para una mejor calidad de supervivencia de actividad deportiva planificada, organizada, por el Estado, a través de los órganos correspondientes. Deporte para todos ha de ser la consigna de la política estatal, allí han de gastarse los pocos dólares que le marginan al deporte los sabios de los presupuestos. El deporte es salud social, por ello el Estado debe preocuparse de que la población lo practique, más que de que lo mire.

No puede descuidar el Estado su obligación de apoyar a los deportistas de elite, a los que se dejan la piel en las pistas, a aquellos que no tienen remuneraciones fijas, a los que tienen sus metas fijadas en superiores instancias como los Juegos Olímpicos o mundiales.

La Constitución dispone ayudas para ellos, los de las marcas sorprendentes, los que entrenan en las calles, con soportes mínimos de entidades privadas deportivas o comerciales. De entre estos seres sacrificados surgió Jefferson Pérez, el mejor de todos. Nadie ni individual, ni colectivamente o en equipo ha logrado lo que él, y como él hay varios que aguardan oportunidades y requieren dinero para su preparación y sustento.

Allí hay que aportar señores gobernantes, poner con resolución. ¿Será porque de estos atletas, deportistas en general, que no son negocio o fama o imagen como el fútbol, no se los trata como merecen y sí al deporte rentado, se le regala dinero para edificios, marcadores, arreglos cosméticos de sedes deportivas etc… ?
Todos estamos con la selección de fútbol profesional, queremos que les vaya bien, centrados en la idea de que en el fútbol, los resultados generalmente ubican a los competidores en los puestos que merecen. Ojala por ello al final de nuestra participación merezcamos sitios dignos. De todas maneras lo que pase será dentro del esquema de una competencia internacional que para nada envuelve al país y su esencia. Nos vaya bien o mal, el fútbol es un juego, solamente.

El Ecuador tiene preocupaciones superiores, problemas graves, temas candentes de por medio, que el fútbol como circo que es ayuda a disipar fugazmente. Disfrutemos del show mundialista, apoyando a los nuestros, pero dentro de las justas dimensiones. No caben excesos por los triunfos o las perdidas.


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