L A ACADEMIA DE ABOGADOS DE QUITO en sesión de 20 de febrero de 1945, para celebrar el centenario del nacimiento del eximio jurista Dr. Luis Felipe Borja, sabio jurisconsulto, eminente profesor, erudito literario, publicista y escritor, instituyó el 20 de febrero de cada año, como el Día del Abogado para que se rinda homenaje al hombre y la mujer ecuatorianos prestigiosos, en las ciencias jurídicas y universales.

A esa persona que lleva en su alma la convicción íntima de ser el «llamado» a defender «a los que en verdad lo necesitan».

En 20 de febrero es un día tan especial para recordar a hombres de mucho talento que dieron su aporte en la Colonia como Eugenio de Santa cruz y espejo; en la guerras de la independencia como Antonio Ante y Quiroga; en la vida republicana, Vicente Rocafuerte, Gabriel García Moreno, Luis Felipe Borja, Víctor Manuel Peñaherrera, Alfredo Pérez Guerrero, Juan Isaac Lobato, Juan Larrea Olguín y muchos abogados ignotos más.

En el día del abogado es necesario hacer una pausa a la preocupación profesional y disponer del tiempo suficiente para pensar que en cada juicio, el abogado deja una parte de su vida; ya que en cada contienda legal se libra una batalla con estratagemas complicados y mil lances imprevistos, que pueden poner en peligro y hacer fracasar los más seguros y evidentes derechos; por cuya razón la lealtad entre colegas debe empezar por borrar la caridad franciscana y el Paternalismo marxista, en el cobro de honorarios por un cobro digno y decente; aunque esté frente a sus ojos la lucha por la subsistencia y el espectro de la muerte; al menos en la época actual, en que como en ninguna otra, se siente una sed insaciable de dinero y en la que se respira una atmósfera de mercantilismo, con hombres y mujeres que amanecen y anochecen dominados por esa única ansiedad, que para muchos, constituye una verdadera enfermedad de la especie humana. Sin embargo, es importante recordar que en el ejercicio de la Abogacía, la meta fundamental debe ser la consecución de la justicia y el valor del hombre, más que el dinero y el enriquecimiento ilícito, el amor a la sociedad y así mismo; por que para «la Patria y la humanidad, los más necesarios son los buenos, que los sabios». Por estas y muchas razones, Bielsa afirma que: «La cualidad esencial de Abogado es el sentido de justicia, su amor al estudio, su inteligencia, su facultad de abstracción, de generalización, pero lo más necesario en esta profesión es la inteligencia y carácter. El tributo esencial de Abogado es su moral, la abogacía es un sacerdocio, la nombradía se mide por su talento y por su moral, más no por la creencia de que los buenos abogados son los listos o pillos, lo que es infortunado y falso»

En verdad la libertad de defensa solo existe plenamente cuando detrás del abogado hay un Colegio para respaldarla; porque el abogado digno de tal nombre debe muchas veces defender tesis que desagradan al poder o a la llamada opinión pública, contrariar intereses muy influyentes o muy agresivos y si al Abogado se le dejase solo ante tantas presiones acabaría por ser asfixiado o de claudicar al juramento que rinde al recibir la investidura.