Dr. Bayardo Moreno Piedrahita
MOVIMIENTO ACADEMICO DE ABOGADOS PROGRESITAS
E L ABOGADO Y LA ABOGACÍA, elemento esencial y profesional, se enlazan en la difícil tarea de ¨dar a cada cual lo que es suyo¨. Los dos términos en secuencia se derivan de la voz latina ¨advocatus¨, que significa ¨llamado¨, para, llamado en socorro o auxilio del honor, la vida, la libertad y la fortuna de los ciudadanos, con su presencia y sus consejos, o guiándolos a través del juicio; y, no solo a los débiles y humildes, sino también a los poderosos, que han sido quienes más se han extraviado de la equidad y la justicia desde los albores de la humanidad.
En Roma
Al Abogado en Roma se le conoció como el ¨VIR PROBUS DICENDI PERITUS¨, que significa hombre probo, perito para hablar porque en él debían brillar, sobre todas las cualidades: la probidad y la elocuencia; es decir, la honradez en todos su actos y la habilidad para hablar en las defensas y se le reconoció como símbolo de honor e influencia ya que su remuneración, era más bien carga y no codicia de estipendio.
En Grecia
La Abogacía fue patrimonio de los ciudadanos libres y selectos. En roma, fue profesión de Patricios ricos y poderosos. Es que Abogar por los débiles y necesitados era un privilegio de caballeros y de ciudadanos ejemplares.
Según José María Martínez Val, ¨La Abogacía, antes de ser una profesión, fue una actividad señera, señoril. Al margen de lo que el humor y la crítica de generaciones de literatos ha podido acuñar en su contra; al margen de lo que el sentimiento popular ha producido en refraneros plurilingues, una realidad histórica y social sobre nada y emerge la Abogacía como defensa de personas, derechos bienes e intereses. Nació en el III milenio a. de J.C. en Sumeria. Fue en defensa de una mujer gravemente acusada. Está ya en el antiquísimo Código de Manú. Según él, sabios en las leyes podían ilustrar -sin estipendio alguno- a quién lo hubiere menester, para sostener su alegación, por sí o por otro, ante autoridades y tribunales. El Antiguo Testamento recoge idéntica tradición ante los hebreos. Y la hubo en Egipto, donde era necesario un defensor cuando llevadas las leyes a forma escrita se prohibieron las alegaciones oratoria, para que la artes persuasoras del defensor, en usos retóricos y hasta patético y gestuales, no pudieran influir en los jueces¨.
Es en Grecia en donde empieza a adquirir valor como profesión. La primera esta en que los griegos acudían a cualquier tribunal acompañados de sus amigos que por sus dotes de oratoria ayudaban a la defensa, sin tener ninguna retribución, pero con el ejemplo de Antisoaes, comenzaron a cobrar por sus servicios,. Pericles es señalado como el primer abogado profesional. En Roma, el principio de defensa estaba atribuida en forma obligatoria, para defender a su servidor en los juicios.
Servicio a la justicia y a la sociedad
En verdad, la Abogacía como una profesión tuvo su origen en el más noble interés de servicio a la justicia y a la sociedad, mas no como la ¨industria de hacer dinero¨, como hoy se la concibe, y, que con ese objetivo, se atropellan todos los valores éticos con el pretexto de la aplicación fría de la letra de una Ley injusta y obsoleta creada por una clase dominante y absolutista, que no ha podido adecuarse a la realidad social que vive un mundo que agoniza sumergido en las mas grandes desigualdades económicas, por culpa de la propia Ley.
La vida, la justicia y el equilibrio social
Bien nos recuerda el Docor J.M. Martínez Val, que: ¨La Abogacía no es problema de conocer Derecho puro, y ejercitar o aplicar Derecho práctico. Es, más sencillamente, Derecho Vivo. Entonces, en la vida real de la abogacía, más que el código debe importar, la vida, la justicia y el equilibrio social, como una obligación intransferible; y, por eso es que en el ejercicio d esta sacrificada profesión no deben existir cortapisas a su libertad moral, pero a su libertad económica honorable.
Si esa es la filosofía, todos quienes tenemos el honor de llevar la ¨toga¨ en el alma, debemos buscar el imperio de la justicia social, uniéndonos para dar solidez a ese objetivo, no solo a través de la Abogacía ecuatoriana, sino Americana y del mundo, que le hace falta para alcanzar el prestigio necesario para inaugurar una nueva época en la que, la Abogacía vaya de la mano con el interés público, la cultura jurídica, la vocación de servicio, la dignidad y la libertad, sin engañarse, ni abdicar del alto pedestal que le corresponde individual y colectivamente.
Sabio del Derecho
Ya en el siglo XIX, al escribir el perfil del Abogado, tenía más razón Paillet al escribir ¨Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle toda las del carácter, haced que todo lo haya visto, todo lo haya aprendido y retenido todo; que haya trabajado durante 30 años de su vida, que sea un literato, un crítico, un moralista; que tenga la experiencia de un viejo y la infalible memoria de un niño y tal vez con esto formaréis un Abogado completo¨.
Como corolario bien se puede concluir que la Abogacía en cada época de la Historia ha tenido tiempos de esplendor como también de crisis; pero siempre a la vanguardia de la defensa del equilibrio social porque a su elemento esencial, el Abogado se lo concibe como un sabio del Derecho, dotado de conocimientos interpretativos de las leyes y códigos que rigen en la sociedad, hasta convertirse en el protagonista principal en la lucha por alcanzar el bien común y el respeto de la ley, en forma sabia y heroica, llevando en su vida un sólo ideal, como es la solución de los problemas humanos, son grandes o pequeños. Es decir, el Abogado como hombre de leyes, a través del tiempo ha sido y será considerado como el guardián del derecho y el amante de la justicia