LA EXPERIENCIA EN CHILE
La concertación social y los derechos laborales
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Por: Dr. Marco Navas Alvear
Profesor universitario
Miembro de la Asociación Iberoamericana
de Derecho de la Información y de la Comunicación (A.I.D.I.C.)

H ACE UNOS DÍAS , gracias a la iniciativa del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales de la Fundación Friedrich Ebert de Alemania y el Ministerio del Trabajo y Empleo se realizó en Quito un Foro sobre la Concertación Social. En el evento se presentaron las experiencias de Chile en esta materia y se discutió acerca de la viabilidad y alternativas de llevar adelante un sistema de concertación social en el Ecuador.

Calidad, productividad, innovación son términos que aluden a metas y procesos necesarios para la inserción del país en la nueva economía mundial. La pregunta que el tema de la concertación intenta resolver es si esos términos no pueden armonizarse con otros como justicia, bienestar y empleo. La respuesta es que, si funciona un proceso de concertación social, lo natural y deseable sería que la productividad no sea incompatible con el bienestar de los trabajadores, por ejemplo. Es decir, concertar alude a un proceso de diálogo social que persigue una «suma positiva» de intereses.

La experiencia de Chile

La concertación parece un proceso muy lejano en un contexto nacional caracterizado por la crisis, la confrontación social y la fragmentación. Sin embargo existen ejemplos positivos, que sin ser perfectos demuestran que es posible implementar este proceso. Uno de ellos, relativamente cercano es el de la sociedad chilena.

Las transformaciones en la economía mundial en los próximos años plantean grandes desafíos a las economías de los países de América Latina, particularmente a su sector productivo. Uno de los aspectos destacados al respecto, tiene que ver con la necesidad de dar a la dimensión social de estos fenómenos el papel que merece.

Reconocer la importancia de la dimensión social significa tener una mentalidad abierta al diálogo y la conciliación entre los derechos de los trabajadores y la necesidad de estimular la competencia y la productividad. Esto es posible lograrlo mediante el desarrollo de procesos de concertación social.

Según los testimonios de actores de este proceso, por una parte Hernán Bravo, vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y Jamil Haddad, asesor del Ministro de Trabajo de Chile, esta capacidad de diálogo es algo que se logra a largo plazo y en el caso de Chile, el período de transición democrática con una importante participación del movimiento sindical, permitió el inicio de procesos de concertación. Es decir, los actores se conocieron y tomaron confianza en el marco del objetivo común y la lucha por retornar a la democracia. La lucha por la democracia cohesionó a muchos sectores en Chile y esa fue una base para que puedan dialogar sobre otros temas.

Efectivamente, democracia y concertación son cosas que van de la mano. Ese fue uno de los puntos comunes en las exposiciones del Foro.

La democracia promueve la concertación y viceversa, aunque no necesariamente de manera automática suceden estas cosas. Por otra parte, no se requiere esperar a tener una democracia en el mejor estado para estimular la concertación, pues probablemente nunca se lo haga. Se requiere siempre la voluntad de los actores de comprometerse de forma real, más allá del discurso.

La voluntad para reconocer los argumentos de los otros sectores y renunciar a intereses particulares en pro de un horizonte de bienestar compartido.
«El sindicalismo tiene sentido en la medida que conoce, entiende y sabe en qué país vive» según Hernán Bravo de la CUT. Lo dicho alude a la necesidad de posiciones realistas respecto de qué tipo de reivindicaciones pueden sostenerse en el discurso.

Renunciar a determinados intereses, sin embargo, no puede entenderse como hacerlo respecto de ciertos derechos mínimos de los trabajadores, por ejemplo.

Si algo quedó claro del Foro, es que la concertación debe tener como base el respeto a los derechos mínimos consagrados en la Constitución, así como en instrumentos internacionales como la Declaración de Principios y Derechos Fundamentales del Trabajo de 1998.

Por otra parte, este respeto a estos principios y normas legales no debe olvidarse que trae seguridad jurídica. A partir de allí, hay que encontrar el punto de equilibrio.

Los temas de la concertación

La definición de una agenda de discusión mínima y concreta es importante si se quiere iniciar un proceso de este tipo. Debe crearse en las partes la «sensación» de todas tienen algo que ganar. Por otro lado, el papel del Estado y otros organismos que pueden apoyar el proceso, debe ser de facilitadotes.

La constitución del Consejo Nacional del Trabajo por parte del actual Ministro del ramo es un acierto. Este espacio puede ser el adecuado para ir estructurando una agenda de discusión. La clave es que los temas no sean de aquellos que se agotan y que agotan a las partes en la coyuntura, sino que sean asuntos de largo o al menos mediano plazo.

Aquí algunos temas importantes:

1. La seguridad jurídica que en este caso tiene que ver con una justicia laboral y un aparato administrativo eficiente y transparente.

2. La legislación. En este caso, el actual Código del Trabajo resulta obsoleto, este fue diseñado en el marco de otro contexto histórico, bajo una óptica de «lucha de clases».

Si está diseñado para el conflicto, no resulta el mejor instrumento para promover la concertación. Acertadamente lo comentó el presidente de la Cámara de Industriales de Pichincha, Mauricio Pinto, quizá lo peor del Código actual es que no ayuda a generar empleo. Hay que pensar entonces en una legislación adecuada que mantenga los principios de protección pero que sea realista, que pise sobre la tierra enfocándose en las nuevas formas y realidades de la producción.

Es necesario ser optimistas de que un proceso como la concertación puede funcionar. Precisamente en estos momentos que parece primar la inseguridad y la descomposición social, se puede hallar la mejor oportunidad para la cohesión en torno a superar estas cosas.

Las personas de bien, los que no ver solamente para sus intereses, los dirigentes sindicales que piensan en sus bases y tienen una visión realista, los empresarios que piensan en que el bienestar de sus trabajadores es un derecho y no una dádiva y que están dispuestos a respetar sus derechos porque saben que a la larga es mejor negocio, ellos deberían estar dispuestos a concertar.

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